Parece perfectamente normal que las mujeres creen
asociaciones y promuevan actividades para defenderse a sí mismas ante los
ataques y abusos de algunos hombres o de ciertos grupos de poder. Grupos de
poder que promueven, por ejemplo, la esterilización forzada de mujeres pobres,
o que explotan con violencia a chicas jóvenes e incluso a niñas para llevarlas
a la prostitución, o que contratan trabajadoras a sueldos más bajos de los que
reciben los hombres. En esa misma lógica, sería normal que los hombres
(varones) también organizasen sus asociaciones de defensa cuando se sintiesen
agredidos por algunas mujeres o por otros grupos sociales, políticos o
económicos.
Pero lo que podría parecer extraño es que grupos de mujeres
se organizasen para defender a los hombres, o que grupos de hombres se uniesen
para defender a las mujeres. Aunque para alguno esto parecería un cuento de ‘Las mil y una noches’, sin
embargo es algo que la humanidad ha hecho durante siglos.
Es verdad que el ser humano (hombre y mujer) muchas veces ha
caído en el error de despreciar al diferente, como cuando algunos españoles de
la conquista se preguntaban si los indios tenían alma, o cuando los griegos
creían que los esclavos no merecían casi ningún derecho, o cuando algunos libertadores de América mataban a los colonos de la madre patria como si se tratase de ratas, sin
detenerse en escrúpulos para distinguir entre buenos y malos...
Pero también es verdad que otros seres humanos han sido
capaces de defender y de trabajar en favor el distinto, del diferente. Eran hombres y
mujeres libres los que se lanzaron a abolir la esclavitud en muchos lugares del
planeta. Eran blancos los que promulgaron leyes para la protección de los
indios. Eran cristianos los que pidieron mayor respeto para los que pertenecían a otras religiones. ¿Por qué no soñar en
un feminismo que nazca desde grupos de varones?
Ya se han dado casos de hombres que se han lanzado a la
defensa de los derechos de la mujer, pero todavía el camino por recorrer es
largo. Cuando hay hogares en las que él dice siempre la última palabra (o el
último grito), y se llegan a los golpes para imponer la propia razón; cuando hay médicos que
para satisfacer a las autoridades ofrecen con engaño anticonceptivos abortivos
a mujeres que carecen de instrucción; cuando hay
planes nacionales, como en China, que han forzado a muchas familias a asesinar
a la niña que nace porque se prefiere un varón... la verdad es que sí queda
mucho por hacer.
No todo el panorama es igualmente oscuro. En muchos hogares
el marido sabe dialogar e, incluso, someterse a la esposa cuando ella tiene
razón (y esto ocurre no pocas veces). Hay médicos que quieren respetar la
integridad de la mujer ante cualquier campaña más o menos oficial o filantrópica por controlar el tesoro tan femenino de la fecundidad (tesoro que también el
hombre posee y al que no pocos atacan con planes de esterilización más o menos
forzada de varones). Hay familias que acogen a cada niña que nace aunque esto
implique vivir bajo la presión exterior que sugiere a gritos que nazcan sólo
muchachos...
Urge, por lo tanto, que cada vez más hombres defiendan a las
mujeres, y que las mujeres defiendan, ¿por qué no?, a los hombres. La grandeza
de una sociedad no consiste en que cada grupo se atrinchere detrás de sus
intereses particulares para defenderlos incluso a costa del bien común. Una
sociedad se hace grande cuando cada grupo busca el bien verdadero de los demás,
en ese pluralismo auténtico que nace del respeto no de los errores (nunca
toleraremos ideas hitlerianas ni racismos de ocasión) pero sí de las personas
que a veces se equivocan de buena fe, y que necesitan ser ayudadas a descubrir
la verdad.
¿Es utopía auspiciar un nuevo feminismo abierto? Hubo quienes
llamaron a los defensores de los esclavos soñadores ilusos o enemigos del
sistema económico eficiente. Hay quienes hoy etiquetan como enemigos de la
mujer a los que atacan el aborto o la esterilización forzada. Pero será la
razón y el sentido profundo de la dignidad humana quienes nos digan lo que
realmente podemos hacer por la mujer. No abandonarla a la lógica del mercado, a
la ley del más fuerte, ni despreciarla en sus dimensiones características, como
son la posibilidad de tener hijos o el cariño que sabe ofrecer como pocos
hombres son capaces. El nuevo feminismo respetará a la mujer en su integridad.
Y eso es algo que interesa no sólo a las mismas mujeres, sino a todos los
hombres que queremos vivir, igual con igual, con quienes junto a nosotros, y no
contra nosotros, pueden construir un mundo más humano y más feliz. BA
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