Antes, como lo de tener hijos era algo natural, había menos
exigencias. Ahora, desde lo de la paternidad responsable, los hijos te pueden
pedir cuentas sobre si has sido suficientemente responsable a la hora de tener
determinado número de ellos.
La cuestión se formula en los siguientes términos: si usted
tiene demasiados hijos, no les puede dar lo mismo que si sólo tiene uno,
dos..., como mucho tres. Incluso hay sesudos sociólogos que cuantifican muy
bien el problema, hasta con fórmulas algebraicas. Por ejemplo: si usted
pertenece a la clase media, o es funcionario público, o ejerce una profesión
liberal, o es dueño de un establecimiento comercial, y tiene dos hijos, podrá
darles estudios superiores, subvencionarles cursos de inglés en el extranjero y
pagarles la entrada de un piso de dos habitaciones, salón comedor y cocina. Es
decir, les facilita el ser felices de mayores. Pero si tiene tres, ya no podrá
pagarles la entrada del piso, y si tiene cuatro no digamos.
Esta digresión se me plantea como consecuencia de un artículo
escrito hace unos meses, en el que sostenía que no hacía falta que nuestros
hijos supieran montar a caballo, ni realizar múltiples actividades
extraacadémicas para que fueran felices. Pero cometí la imprudencia de rematar
el artículo con una interrogante: ¿Entonces qué nos aconseja usted? Y
efectivamente, algunas lectoras de TELVA, con encantadora ingenuidad, me
preguntan: ¿qué nos aconseja usted para que nuestros hijos sean felices? Si yo
fuera capaz de contestar a esa pregunta, sería el hombre más sabio del mundo.
Para salir del paso suelo contestar que quererlos mucho y que ellos se sepan
queridos.
Pero en un coloquio en el que me tocó participar
recientemente, una de las asistentes, no conforme con tan elemental respuesta,
insistió en saber cómo había que quererles, y si se podía querer lo mismo a
muchos que a pocos hijos, y hasta qué punto el exceso de hijos no limitaba sus
posibilidades formativas, ni les privaba de un razonable bienestar material. Un
lío. Lo único que quedó claro es que en los tiempos que corren el problema no
es de exceso de hijos, sino de defecto, sobre todo en España, en el que ustedes
las mujeres están quedando fatal, en lo que a fecundidad se refiere, con una
tasa del 1,6, la más baja de la Comunidad Europea.
A tal extremo han llegado las cosas que, según una encuesta
realizada por la Universidad de Valencia, lo que más echan de menos los niños
españoles son hermanos con quienes jugar. Eso ya lo tenía comprobado yo en mi
familia, y en las familias colaterales que arrancan del mismo tronco. Cada vez
que alguna de las mujeres de mi vida se queda en estado se produce una
auténtica conmoción, y cuando el niño nace, el estallido de alegría es épico.
Una de mis hijas mayores ha tenido dos hijos, y como tiene serios problemas
para tener más, ha iniciado complejos trámites para adoptar niños colombianos.
¿Por qué colombianos? Porque hay más y hasta se pueden adoptar de dos en dos.
Esto último es lo que pretendía mi hija, pero su marido le ha convencido que es
mejor probar de uno en uno. Los que más encantados están son sus dos hijos (de
14 y 12 años), ante la idea de tener un nuevo hermano. A mí, dado el amor que
tengo por aquellos países, no me desagrada la idea de convertirme de la noche a
la mañana en el abuelo de un indito chibcha, guajiro o mulato.
¿Qué pasa?, podrían preguntarme, ¿es que es usted partidario
de la familia numerosa? En esta ocasión sí tengo respuesta: ni soy ni dejo de
ser, pero vivo inmerso en ella por los siglos de los siglos. Nací el pequeño de
nueve hermanos y, a su vez, he tenido nueve hijos. Por tanto, sólo sé cómo se
vive en el seno de familias numerosas, y mi impresión es que no se vive mal del
todo. A veces la convivencia resulta compleja, ardua, pero en ningún caso
aburrida.
Volviendo al tema que nos ocupa: ¿qué hace falta para que los
hijos sean felices? Pues, según la citada encuesta de la Universidad de
Valencia, ya hemos visto que hace falta que tengan hermanos, pues si no, sobre
todo en las grandes ciudades, se sienten aislados y acaban buscando la compañía
que menos les conviene: la de la televisión indiscriminada. Pero según el mismo
estudio, el 98% de los niños encuestados (entre 4 y 14 años) lo que más les
atrae es estar con sus padres. Y aquí viene la gran paradoja: muchos padres
bien intencionados, pero un tanto despistados, se pasan mucho tiempo fuera de
casa, trabajando, y no quieren tener más de uno o dos hijos, para poder darles
de todo. De todo menos lo que parece ser que los niños quieren: más hermanos y
más compañía suya. JLO
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