Un nuevo estudio revela que, a nivel mundial, al menos
5.2 millones de niños han perdido a uno de los padres, a un cuidador o han
quedado huérfanos por COVID.
El trabajo publicado en The Lancet Child &
Adolescent Health, analizó la orfandad por COVID en 21 países entre el comienzo
de la pandemia y octubre de 2021.
Los autores del análisis, de los Centros para el
Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), USAID, el Banco Mundial y el University
College London, consideran que esta cifra es conservadora. Muchos países
carecen de sistemas de registros de casos apropiados; por ejemplo, en algunas
regiones de África se cree que los casos y las muertes son 10 veces más altas
de los que indican las cifras oficiales.
El 76% de los menores perdieron al padre, y el 23% a
la madre. Dos de cada 3 menores que perdieron a alguno de sus padres son
adolescentes, indica el trabajo producto de una cooperación internacional.
Los países en donde se analizaron las muertes de
familiares o cuidadores por COVID fueron: Argentina, Brasil, Colombia,
Inglaterra y Gales, Francia, Alemania, India, Irán, Italia, Kenia, Malawi,
México, Nigeria, Perú, Filipinas, Polonia, Rusia, Sudáfrica, España, Estados
Unidos y Zimbawe.
A nivel mundial, por cada muerte reportada por
COVID-19, al menos un niño experimentó la orfandad o la muerte de un cuidador.
Para las regiones con tasas de fertilidad total más altas, como áreas de
África, el Mediterráneo Oriental y el Sudeste Asiático, el número de niños
afectados por la orfandad y las muertes de cuidadores excedieron el número de
muertes totales por COVID-19.
Los investigadores indican que los datos recopilados
sugieren que “la aceleración rápida de la aceptación de la vacuna es
estratégicamente necesaria” para disminuir estas muertes, ya que varios de los
países con mayor orfandad por COVID tienen bajas tasas de inmunización.
Además, enfatizan la necesidad de incluir en los
planes de recuperación de COVID estrategias de atención social y de salud
mental para esta población de menores. Esto, agregan, debe ser una acción
prioritaria. La pérdida de un padre puede expulsar al niño o adolescente del
sistema escolar, y volverlo más vulnerable a la inseguridad alimentaria y de
vivienda, a la desintegración familiar, la explotación y la violencia.
Las respuestas integrales sensibles a la edad y las
circunstancias de los niños en duelo pueden restaurar la esperanza y
desarrollar la resiliencia, se destaca en la discusión del estudio.
Las lecciones de otras epidemias demuestran
las ramificaciones sociales, económicas y psicológicas compuestas de la
orfandad y los beneficios efectivos de las intervenciones multifactoriales. “El
apoyo a tales intervenciones por parte del gobierno, la sociedad civil y los
sectores religiosos puede desviar los factores estresantes acumulados, aliviar
el sufrimiento creciente y ayudar a los niños a encontrar fuerza, experimentar
crecimiento y desarrollar nuevas habilidades”. HD
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