Texto del
Evangelio (Mt 25,14-30): En aquel
tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Un hombre, al ausentarse, llamó a sus
siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a
otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. Enseguida, el que había
recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco.
Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio, el que había
recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor.
»Al cabo de
mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos.
Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco,
diciendo: ‘Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he
ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido
fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’.
Llegándose también el de los dos talentos dijo: ‘Señor, dos talentos me
entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado’. Su señor le dijo: ‘¡Bien,
siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te
pondré; entra en el gozo de tu señor’.
»Llegándose
también el que había recibido un talento dijo: ‘Señor, sé que eres un hombre
duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me
dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es
tuyo’. Mas su señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso, sabías que yo
cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber
entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío
con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los
diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que
no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las
tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes’».
«Un hombre, al ausentarse, llamó a
sus siervos y les encomendó su hacienda»
Comentario: Rev. D. Albert SOLS i Lúcia (Barcelona, España)
Hoy contemplamos la parábola de los
talentos. En Jesús apreciamos como un momento de cambio de estilo en su
mensaje: el anuncio del Reino ya no se limita tanto a señalar su proximidad
como a describir su contenido mediante narraciones: ¡es la hora de las parábolas!
Un gran hombre decide emprender un
largo viaje, y confía todo el patrimonio a sus siervos. Pudo haberlo
distribuido por partes iguales, pero no lo hizo así. Dio a cada uno según su
capacidad (cinco, dos y un talentos). Con aquel dinero pudo cada criado
capitalizar el inicio de un buen negocio. Los dos primeros se lanzaron a la
administración de sus depósitos, pero el tercero —por miedo o por pereza—
prefirió guardarlo eludiendo toda inversión: se encerró en la comodidad de su
propia pobreza.
El señor regresó y... exigió la
rendición de cuentas (cf. Mt 25,19).
Premió la valentía de los dos primeros, que duplicaron el depósito confiado. El
trato con el criado “prudente” fue muy distinto.
El mensaje de la parábola sigue
teniendo una gran actualidad. La separación progresiva entre la Iglesia y los
Estados no es mala, todo lo contrario. Sin embargo, esta mentalidad global y
progresiva esconde un efecto secundario, peligroso para los cristianos: ser la
imagen viva de aquel tercer criado a quien el amo (figura bíblica de Dios
Padre) reprochó con gran severidad. Sin malicia, por pura comodidad o miedo,
corremos el peligro de esconder y reducir nuestra fe cristiana al entorno
privado de familia y amigos íntimos. El Evangelio no puede quedar en una
lectura y estéril contemplación. Hemos de administrar con valentía y riesgo
nuestra vocación cristiana en el propio ambiente social y profesional
proclamando la figura de Cristo con las palabras y el testimonio.
Comenta san Agustín: «Quienes
predicamos la palabra de Dios a los pueblos no estamos tan alejados de la
condición humana y de la reflexión apoyada en la fe que no advirtamos nuestros
peligros. Pero nos consuela el que, donde está nuestro peligro por causa del
ministerio, allí tenemos la ayuda de vuestras oraciones».
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