Siempre he pensado que somos como un espejo, generalmente, es
inevitable ocultar lo que llevamos en el corazón. Nuestro rostro habla por sí
solo de las alegrías o las tristezas que invaden nuestro ser. Cierto es, y
puede sernos más o menos fácil compartir lo que nos hace felices o… lo que nos
lleva a la pena.
A veces nos sumimos en un estado que no somos capaces de dejar pasar
nada más que las lágrimas, porque hemos permitido a la tristeza entrar en lo
profundo.
Pero… si analizamos de verdad, podremos coger el timón y cambiar el
rumbo para que la protagonista en nuestra vida sea la alegría. Y lo digo porque
estoy convencida de que podemos lograrlo. Necesitamos momentos de todo, sí, y
por supuesto, vivimos esos momentos. Sin duda, son los que nos enseñan a ver lo
bueno de la vida y de las personas.
Pero por otra parte, que los vivamos no quiere decir que nos dejemos
esclavizar por ellos, somos mucho más completos que todo eso. Recuerdo la letra
de una canción que dice “donde nos llevó la imaginación, donde con los ojos
cerrados se divisan infinitos campos, donde se creó la primera luz junto a la
semilla del cielo azul, volveré a ese lugar donde nací”.
Se trata de entrar en nosotros mismos y de luchar por lo que realmente
deseamos, es un camino y nuestra actitud, de ponernos en marcha.
Son muchas las cosas o situaciones que nos pueden causar dolor, incluso
lo que nos hace más felices también es lo que nos hace sufrir más. El Amor
implica, sin duda, dolor. Es así, y es algo para dar gracias y valorar, porque
significa que estamos vivos y que somos capaces de amar. En realidad, la
profunda tristeza es lo que no se hizo, lo que no dejamos hacer, el amor que
dejamos pasar, las palabras que dejamos de escuchar o pronunciar… todo lo que,
de alguna manera, hemos obviado…, ese es el antídoto contra la negatividad, esa
es la alegría por la que pelear. CG
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