sábado, 3 de agosto de 2019

Unas 400 prácticas médicas habituales son innecesarias y hasta pueden causar daño

Las prácticas médicas de poco valor son aquellas que o bien son ineficaces o son más costosas que otras opciones, que ofrecen un resultado similar. Por lo tanto, identificar y eliminar las prestaciones que se indican sin necesidad sería útil para reducir los costos y mejorar el cuidado de la salud.
A este mecanismo se lo llama 'reversión médica' y se refiere a aquellas pruebas diagnósticas, medicación o procedimientos que se ha constatado mediante estudios randomizados controlados que no son mejores que una práctica más antigua o de menor costo y, por ende, deben dejar de usarse.
Una investigación reciente que avala esta posición que muchos analistas de salud están adoptando evaluó unos 3.000 artículos publicados en tres reconocidas revistas científicas (Journal of the American Medical Association, The Lancet, and The New England Journal of Medicine) y concluyó que existen cerca de 400 prácticas médicas que suelen ser indicadas en circunstancias en las que no se las necesita, ya que la eficacia en esos casos no está avalada por suficiente evidencia científica. Las intervenciones en enfermedades cardiovasculares figuran entre las categorías más cuestionadas.
Radiografías de tórax en personas sanas, ergometrías en pacientes asintomáticos de bajo riesgo para un 'chequeo', ecografías transvaginales, ecodoppler carotídeos, ecografías de tiroides, medicaciones para la demencia o la artrosis, y la lista podría continuar. En muchísimos casos, no tiene ningún sentido hacer estos estudios como parte de un 'chequeo completo' en pos de asegurarnos más salud, bienestar o prevenir enfermedades.
No es que no sean correctos los estudios, sino que emplearlos como prácticas médicas habituales, que se usan por costumbre o por pedido de los pacientes, va en contra de la recomendación ya que no hay evidencia científica que haya demostrado su beneficio, y por el contrario pueden llegar a implicar riesgos para la salud cuando no están bien indicadas.
Algunos de los números más sobresalientes de la 'meta-investigación', tal como la llamaron, arrojó que la mayoría de los estudios innecesarios (92%) se realizaron en poblaciones de países de altos ingresos; que la enfermedad cardiovascular fue la categoría médica más comúnmente representada entre las reversiones (20%), seguida por la salud pública/medicina preventiva (12%) y la atención crítica (11%); y que la medicación fue el tipo de intervención más común (33%).
La mayoría de estas intervenciones estaban recomendadas por sociedades médicas u organismos internacionales, lo cual favorece que los médicos adopten la práctica. «El problema surge del proceso de construcción de recomendaciones, donde a veces se valora inadecuadamente la información y se llega a conclusiones erróneas», evaluó el Dr. Carlos González Malla, médico clínico y miembro de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA).
«En otras oportunidades, existe interés y ansiedad por adoptar prácticas que parecen innovadoras y ofrecen grandes beneficios, pero luego la realidad prueba lo contrario o los pacientes demandan hacerse estudios que no son realmente necesarios con el fin de chequear su estado de salud, sin tomar en consideración que el exceso de estudios puede dañarlos», agrega.
Muchas organizaciones en el mundo están alzando la voz en contra del sobrediagnóstico y la realización de estudios innecesarios y, en cambio, buscan promover un sistema de salud basado en un mayor conocimiento científico, una medicina basada en evidencia, y disminuir el exceso de exámenes, tratamientos y procedimientos médicos innecesarios. Para esto, muchas de ellas han realizado listas de prácticas o procedimientos cuya pertinencia se debe evaluar. BP

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