Las prácticas médicas de poco
valor son aquellas que o bien son ineficaces o son más costosas que otras
opciones, que ofrecen un resultado similar. Por lo tanto, identificar y
eliminar las prestaciones que se indican sin necesidad sería útil para reducir
los costos y mejorar el cuidado de la salud.
A este mecanismo se lo llama
'reversión médica' y se refiere a aquellas pruebas diagnósticas, medicación o
procedimientos que se ha constatado mediante estudios randomizados controlados
que no son mejores que una práctica más antigua o de menor costo y, por ende,
deben dejar de usarse.
Una investigación reciente que
avala esta posición que muchos analistas de salud están adoptando evaluó unos
3.000 artículos publicados en tres reconocidas revistas científicas (Journal of the American Medical
Association, The Lancet, and The New England Journal of Medicine) y concluyó que existen cerca de 400 prácticas médicas que suelen ser indicadas en circunstancias en las que no se
las necesita, ya que la eficacia en esos casos no está avalada por suficiente
evidencia científica. Las intervenciones en enfermedades cardiovasculares
figuran entre las categorías más cuestionadas.
Radiografías de tórax en personas
sanas, ergometrías en pacientes asintomáticos de bajo riesgo para un 'chequeo',
ecografías transvaginales, ecodoppler carotídeos, ecografías de tiroides,
medicaciones para la demencia o la artrosis, y la lista podría continuar. En
muchísimos casos, no tiene ningún sentido hacer estos estudios como parte de un
'chequeo completo' en pos de asegurarnos más salud, bienestar o prevenir
enfermedades.
No es que no sean correctos los
estudios, sino que emplearlos como prácticas médicas habituales, que se usan
por costumbre o por pedido de los pacientes, va en contra de la recomendación
ya que no hay evidencia científica que haya demostrado su beneficio, y por el
contrario pueden llegar a implicar riesgos para la salud cuando no están bien
indicadas.
Algunos de los números más
sobresalientes de la 'meta-investigación', tal como la llamaron, arrojó que la
mayoría de los estudios innecesarios (92%) se realizaron en poblaciones de
países de altos ingresos; que la enfermedad cardiovascular fue la categoría
médica más comúnmente representada entre las reversiones (20%), seguida por la
salud pública/medicina preventiva (12%) y la atención crítica (11%); y que la
medicación fue el tipo de intervención más común (33%).
La mayoría de estas intervenciones
estaban recomendadas por sociedades médicas u organismos internacionales, lo cual
favorece que los médicos adopten la práctica. «El problema surge del proceso de
construcción de recomendaciones, donde a veces se valora inadecuadamente la
información y se llega a conclusiones erróneas», evaluó el Dr. Carlos González
Malla, médico clínico y miembro de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA).
«En otras oportunidades, existe
interés y ansiedad por adoptar prácticas que parecen innovadoras y ofrecen
grandes beneficios, pero luego la realidad prueba lo contrario o los pacientes
demandan hacerse estudios que no son realmente necesarios con el fin de
chequear su estado de salud, sin tomar en consideración que el exceso de
estudios puede dañarlos», agrega.
Muchas organizaciones en el mundo
están alzando la voz en contra del sobrediagnóstico y la realización de
estudios innecesarios y, en cambio, buscan promover un sistema de salud basado
en un mayor conocimiento científico, una medicina basada en evidencia, y
disminuir el exceso de exámenes, tratamientos y procedimientos médicos
innecesarios. Para esto, muchas de ellas han realizado listas de prácticas o
procedimientos cuya pertinencia se debe evaluar. BP
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