Hace
unos días se difundieron en diferentes medios de comunicación datos obtenidos
de una encuesta nacional que realizó la Universidad
UADE y la consultora Voices que
advirtió que casi 3 de cada 10 argentinos (el 27%) sigue en redes a
instagramers reconocidos que publican tips y consejos sobre alimentación,
además el 35% manifestaron seguir las recomendaciones sobre dietas de algún
influencer.
El
gran problema radica en que éstas celebridades pueden haber o no leído, pueden
o no haber investigado pero lo cierto es que no realizaron una carrera
universitaria, no poseen un título habilitante ni una matrícula para ejercer
influencias en la población, ni tampoco están preparados para determinar qué
riesgo pueden correr las personas según sus propias vulnerabilidades al recibir
un mensaje que parecería que vale para todos.
En
ese sentido, crece la preocupación de médicos y licenciados especialistas en
Nutrición frente a la cantidad de mensajes impulsados por no profesionales en
las redes sociales, motivo por el cual se vieron obligados a lanzar la difusión
de una campaña contra el intrusismo desde las distintas sociedades científicas
bajo las consignas 'La nutrición es una
ciencia, no una opinión' y 'La
salud se cuida con matrícula'.
Para
la médica especialista en nutrición Virginia Busnelli «en los últimos años se
produjo el fenómeno de piedra libre para hablar sobre nutrición y alimentación
pero esto se agravó últimamente, cuando personalidades populares con gran
cantidad de seguidores, por ser modelos, panelistas, profesores de gimnasia,
coach health, periodistas o simplemente no siendo nada pero habiendo logrado un
cuerpo supuestamente perfecto comenzaron a usar sus redes como un medio de
comunicación y transmisión de mensajes que muchos intentan seguir, sin saber si
son recomendaciones realmente saludables o servirán personalmente para ellos».
«En
el marco de querer lograr el cuerpo de esa modelo, los estándares de belleza y
la perfección física que postulan las influencers de la moda o las costumbres
aconsejadas por periodistas con alta tendencia fanática, aparecen rígidas
inclinaciones alimentarias», dijo.
Según
la directora médica de CRENYF, «así
es como surgen en las redes sociales perfiles estrictos aconsejando tendencias
estrictas como el vegetarianismo, las dietas proteicas, la moda fit, la dieta
gluten free, el veganismo, la condena a los ultraprocesados, la diabolización
de las harinas o los lácteos, los ayunos intermitentes y todo tipo de
estrategias que son popularmente consideradas para mejorar la salud, pero que
terminan poniendo a la comida en el centro de sus vidas».
«Debido
a esta obsesión, se embarcan en fuertes restricciones nutricionales y
supresiones alimentarias, que verdaderamente pueden dañar su salud, llegando a
casos de malnutrición, déficits de vitaminas, trastornos de la conducta
alimentaria o la mayoría de las veces a la imposibilidad de sostenerlo,
llegando al fracaso con sentimientos de culpa, pérdida del control y aumento de
peso posterior», analizó la especialista.
Y
ahondó: «Sin lugar a dudas la mera difusión de mensajes genera daño en la
población, pero muchas veces éstos límites se sobrepasan y algunos de ellos
establecen contactos personales con sus seguidores, brindando consejos, dando
charlas, talleres y armando planes vía mail o vía WhatsApp. Esto claramente se
define como intrusismo profesional, ya que son actividades profesionales
reservadas al título ejercidas por personas no autorizadas, y que atentan
gravemente contra la salud de la población debido a que se fomentan prácticas
poco saludables, se desinforma con consejos inadecuados, se lucra vendiendo
productos de dudosa fiabilidad, entre otros perjuicios».
«Sin
embargo y a pesar de estar juzgado por el código penal parecería no existir
regulación en las redes sociales, motivo por el cual, los profesionales en
ejercicio se ven obligados a unirse por una divulgación científica, para poder
acercar los conocimientos a la población en general con la responsabilidad que
ello implica y deteniendo este crecimiento exponencial de la generación de
contenido peligroso para la salud», agregó.
En
el país crece una profunda contradicción que preocupa gravemente a los médicos
especialistas en nutrición: a medida que avanza la epidemia de obesidad, los
trastornos de la conducta alimentaria se hacen cada vez más frecuentes,
afectando enormemente a adolescentes y cada vez a edades más tempranas.
La
anorexia y la bulimia afectan a 7 millones de mujeres y a 1 millón de hombres
en todo el mundo. En la Argentina, según datos del año 2011 de la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la
Anorexia (Aluba), el 37% de las mujeres entre 15 y 20 años sufre un
trastorno alimentario. Para que se presente un trastorno alimentario debe haber
una predisposición psicológica y genética, pero además hay factores protectores
y predisponentes.
Evidentemente
hoy en día aumentan los factores de riesgo marcando un aumento muy
significativo de estos trastornos y apareciendo algunos nuevos que sin duda
alguna están muy ligados a lo cultural y lo social.
«Entre
los adolescentes, las redes juegan un rol importante que les permite ampliar y
mejorar las relaciones sociales, acercar a las personas que están lejos y
permite compartir experiencias de forma instantánea, algo que antes no era
posible -analizó Busnelli-. Pero a la vez, en la red existe un vacío legal que
permite que lamentablemente los malos hábitos o los patrones conductuales
peligrosos se contagien». Según ella, «se detectaron también casos de personas
que padecen trastornos alimentarios con cuentas muy influenciadoras que
encontraron en esta red social el lugar perfecto para compartir sus
experiencias (fotos de cuerpos esqueléticos, consejos para ocultar la enfermedad
a sus padres, trucos para adelgazar) con otras personas, que quizás están
sanas, pero comienzan a identificarse con sus tips y pueden llegar a ser un
factor precipitante de estas enfermedades».
De
acuerdo a las estadísticas del Centro
especializado en desórdenes alimentarios (CEDA), el 90% de las consultas en
su sede son de mujeres, de las cuales el 60% son adolescentes, coincidiendo con
la misma población que hoy maneja su vida social a través de las redes. Estos
son datos que deberían hacer recapacitar y tomar medidas inmediatamente.
«Como
conclusión podemos retomar las palabras de la Agencia de Calidad de Internet (IQUA) que señala sobre las redes
sociales que se han convertido en un mundo de 'desinformación incontrolada, con
falsos mitos y datos incorrectos altamente peligrosos para la salud y para un
correcto desarrollo físico y emocional' y que 'promueve auténticas actitudes de
riesgo para nuestros adolescentes'», sostuvo Busnelli.
El
problema de las regulaciones sobre las redes sociales, es una temática aún
pendiente en el siglo XXI, que preocupa a los especialistas, siendo tema
central en las reuniones, que buscan una posibilidad de limitar que se puedan
compartir este tipo de experiencias públicamente. BP
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