¿Cuáles son para el Santo
Padre Francisco las prioridades de los cristianos y de la misión de la Iglesia? He aquí, en
cinco rasgos, en cinco claves, las líneas maestras de su magisterio y estilo
pastoral.
1.- La novedad, la permanente novedad del Evangelio y de la condición de
ser cristianos:
Se trata de no
acostumbrarnos, de no acomodarnos, de no instalarnos en una fe de salón o de
fachada, facilona, cómoda, acomodaticia, cansada, adormilada, aburguesada, sin
nervio evangelizador, sin capacidad de asombro, sin apertura efectiva y
afectiva a la providencia, sin demanda de la conversión permanente,
De la novedad como estilo
de vida del cristiano, ya habló el Papa Francisco en su homilía de la Vigilia
Pascual y en su homilía de la misa de Pentecostés. Afirmó que “la novedad nos
da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más seguros si tenemos todo
bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos, planificamos
nuestra vida, según nuestros esquemas, seguridades, gustos. Y esto nos sucede
también con Dios. Con frecuencia lo seguimos, lo acogemos, pero hasta cierto
punto; nos resulta difícil abandonarnos a Él con total confianza, dejando que
el Espíritu Santo anime, guíe nuestra vida, en todas las decisiones; tenemos
miedo que Dios nos lleve por caminos nuevos, nos saque de nuestros horizontes
con frecuencia limitados, cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos”.
Y tras proponer algunos
ejemplos bíblicos de cómo distintos creyentes estuvieron abiertos a la novedad
de Dios, el Papa Francisco subrayó que esta, “la novedad que Dios trae a
nuestra vida es lo que verdaderamente nos realiza, lo que nos da la verdadera
alegría, la verdadera serenidad, porque Dios nos ama y siempre quiere nuestro
bien.
Preguntémonos: ¿Estamos
abiertos a las “sorpresas de Dios”? ¿O nos encerramos, con miedo, a la novedad
del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la
novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han
perdido la capacidad de respuesta?
2.- La toma de conciencia de la vocación: No se trata solo de la
vocación sacerdotal o a la vida consagrada
Se trata de la vocación,
en definitiva, a la vida a través de sus distintos estados. Ilustra estas ideas
el siguiente fragmento del discurso del Papa a la religiosas pertenecientes a
la Unión Internacional de Superioras Generales, a quienes recibió el miércoles
8 de mayo. “Jesús, en la Última Cena, se dirige a los Apóstoles con estas
palabras: «No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he
elegido» Jn 15, 16, que nos recuerdan
a todos –y no solo a nosotros los sacerdotes– que la vocación es siempre una
iniciativa de Dios.
Esta toma de conciencia de
la vocación cristiana –la vocación de cada uno de los cristianos- se ha
traducirse en seguimiento, adoración y servicio. Escribió Francisco en su
cuenta en Twitter el 7 de mayo: “No nos contentemos con una vida cristiana
mediocre. Caminemos con decisión hacia la santidad”. Y el 16 de mayo, también
en Twitter, dejó escrito este mensaje: “No podemos ser cristianos por
instantes. Busquemos vivir nuestra fe en cada momento, cada día”.
3.- La centralidad de Jesucristo:
“Lo importante es el
encuentro con Jesús, el encuentro personal con Él, porque es justamente Él el
que da la fe”. También como Benedicto XVI, Francisco abunda constantemente en
la centralidad de la fe cristiana, de la fe que transforma la vida.
Muchas podrían ser las
citas que en las que apoyar esta afirmación. La que antecede estas líneas es
una respuesta del Santo Padre a una pregunta de una laica durante la vigilia de
Pentecostés, el 18 de mayo, en la Plaza de San Pedro de Roma.
Dos semanas antes, en el
mismo escenario, a los miembros de las cofradías y hermandades, les recordó que
“la piedad popular es un tesoro que tiene la Iglesia, espacio de encuentro con
Jesucristo” que “para conservar, cultivar y acrecentar este tesoro, es preciso
acudir siempre a Cristo, fuente inagotable” y que para todo ello hay que
“esforzarse en reforzar la fe, cuidando la formación espiritual, la oración
personal y comunitaria, la liturgia”.
Y es que lo esencial del
ser cristiano es “creer en Jesucristo, muerto y resucitado por nuestros
pecados, y amarse unos a otros como Él nos ha amado”. Y este sentido,
Francisco, como ya afirmó en su primera misa, el jueves 14 de marzo, apenas
veinticuatro horas de su elección, solo somos y seremos seguidores de Cristo
cargando con cruz, única y definitiva esperanza y salvación.
4.- La eclesialidad:
El 5 de mayo, en la
celebración del Año de la Fe para las cofradías y hermandades, el Santo Padre
que “las dificultades de la vida humana y cristiana no se superaron fuera, sino
dentro de la Iglesia”; que “pertenecer a una cofradía o hermandad es una manera
legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, de modo que
sus miembros han de aman a la Iglesia y dejarse guiar por ella”.
A las religiosas, en su ya
citado discurso del 8 de mayo, Francisco “vuestra vocación es un carisma
fundamental para el camino de la Iglesia, y no es posible que una consagrada y
un consagrado no «sientan» con la Iglesia. Un «sentir» con la Iglesia, que nos
engendró en el bautismo; un «sentir» con la iglesia que tiene una expresión
filial en la fidelidad al Magisterio, en la comunión con los pastores y con el
Sucesor de Pedro, Obispo de Roma, signo visible de la unidad”. Y es que,
subrayó el Papa, “para todo cristiano, el anuncio y el testimonio del Evangelio
nunca son un hecho aislado o de grupo, y ningún evangelizador actúa, como muy
bien recordaba Pablo VI, «por inspiración personal, sino en unión con la misión
de la Iglesia y en su nombre». “Y proseguía Pablo VI: es una dicotomía absurda
pensar en vivir con Jesús sin la Iglesia, en seguir a Jesús fuera de la
Iglesia, en amar a Jesús sin amar a la Iglesia”.
Y a los más de doscientos
mil fieles –representantes de movimientos y comunidades laicales- de la misa de
Pentecostés, Francisco recordó que “caminar juntos en la Iglesia, guiados por
los pastores, que tienen un especial carisma y ministerio, es signo de la
acción del Espíritu Santo; la eclesialidad es una característica fundamental
para los cristianos, para cada comunidad, para todo movimiento. La Iglesia es
quien me trae a Cristo y me lleva a Cristo; los caminos paralelos son
peligrosos. Cuando nos aventuramos a ir más allá de la doctrina y de la
comunidad eclesial, y no permanecemos en ellas, no estamos unidos al Dios de
Jesucristo, 2 Jn 9”. De modo que el
Papa concluía estas ideas formulando estas preguntas:” ¿Estoy abierto a la
armonía del Espíritu Santo, superando todo exclusivismo? ¿Me dejo guiar por Él
viviendo en la Iglesia y con la Iglesia?”.
5.- Ardor misionero y estilo samaritano:
El 5 de mayo escribió el
Papa en Twitter: “Cada cristiano es misionero en la medida que da testimonio
del amor de Dios. ¡Sed misioneros de la ternura de Dios!”. Ese mismo día,
recalcó que “los miembros de las cofradías y hermandades han de ser, pues,
auténticos evangelizadores. Que sus iniciativas sean «puentes», senderos para
llevar a Cristo, para caminar con Él”. El ardor misionero
nace del y en el fuego del Espíritu Santo, guía, motor y alma de la Iglesia.
“Sin su fuerza, sin su gracia, no iríamos adelante. El Espíritu Santo nos
introduce en el misterio del Dios vivo, y nos salvaguarda del peligro de una Iglesia
gnóstica y de una Iglesia autorreferencial, cerrada en su recinto; nos impulsa
a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar testimonio de la bondad del
Evangelio, para comunicar el gozo de la fe, del encuentro con Cristo”. Y
prosiguió el Santo Padre abundando en la idea de que “el Espíritu Santo nos
muestra el horizonte y nos impulsa a las periferias existenciales para anunciar
la vida de Jesucristo. Preguntémonos si tenemos la tendencia a cerrarnos en
nosotros mismos, en nuestro grupo, o si dejamos que el Espíritu Santo nos
conduzca a la misión.
El evitar en la Iglesia y
en la misión de sus miembros, pastores y fieles, la autorreferencialidad y el
salir a las periferias son asimismo constantes en el pensamiento del Papa
Francisco. Ya antes de su elección, en las reuniones de los cardenales previas
al cónclave, el entonces cardenal Bergoglio afirmó que “la Iglesia está llamada
a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino
también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del
dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa,
las del pensamiento, las de toda miseria”. Y añadía que “cuando la Iglesia no
sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se
enferma”. Y con estos mismos argumentos escribió al mes de su elección papal a
los obispos argentinos: “Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se
enferma en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que a una
Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle:
tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que
prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma. La
enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial; mirarse a sí
misma, estar encorvada sobre sí misma como aquella mujer del Evangelio. Es una
especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al
clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar la dulce y confortadora
alegría de evangelizar”.
Y todo ello, ¿cómo?:
Con el estilo del Buen
Samaritano. Con paciencia, con humildad, con misericordia, con ternura, con
bondad, reconociendo en los humildes y en los humillados, en los pobres, en los
enfermos, en los ancianos, en los niños, en los necesitados, en quienes viven
en las periferias existenciales de la vida la carne de Cristo. Porque no sirven
ni la pobreza teórica, ni las palabras, ni los planteamientos abstractos. La
pobreza del Evangelio, la bienaventuranza del Evangelio, la sabiduría del
Evangelio, “se aprende tocando la carne de Cristo pobre en los humildes, en los
pobres, en los enfermos, en los niños”. Se aprende, se vive y se transmite
siendo pastores con olor a oveja, siendo cristianos con aroma de humanidad,
siendo fieles y creyentes con fragancia de fieles y de creyentes. Pastores, ni
lobos ni dueños, entre la grey y cristianos entre los hombres. JHM
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