Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida
pidió ayuda a un escarabajo, suplicándole que le salvara. Le pidió el escarabajo al águila que
perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la insignificancia del
escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.
Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares
donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra.
Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus
pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros pequeñuelos.
Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la
táctica escapatoria, hizo una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el
regazo de Zeus. Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y
tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las
águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.
Nunca desprecies lo que parece insignificante, pues no hay ser tan
débil que no pueda alcanzarte.
Según su sabiduría es alabado el hombre; Mas el perverso de corazón
será menospreciado. Proverbios 12:8
Saldrá de ellos canto de acción de gracias y voz de los que se
divierten; los multiplicaré y no disminuirán, los honraré y no serán menospreciados. Jeremías 30:19
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