“Vamos alegres a la casa del
Señor”
El sacramento no es un rito mágico, sino el encuentro con Jesús que nos
espera. Jesús nos espera siempre, esta es la humildad de Dios.
En la historia del Pueblo de Dios, hay “buenos momentos que dan
alegría”, y también momentos malos “de dolor, de martirio, de pecado”.
Y sea en los momentos malos, como en los buenos tiempos, una cosa es
siempre la misma: ¡el Señor está allí, nunca abandona a su pueblo! Porque el
Señor, aquel día del pecado, del primer pecado, ha tomado una decisión, hizo
una elección: hacer historia con su pueblo. Y Dios, que no tiene historia,
porque es eterno, ha querido hacer historia, caminar cerca de su pueblo. Pero
más aún: convertirse en uno de nosotros, y como uno de nosotros, caminar con
nosotros, en Jesús. Y esto nos habla de la humildad de Dios.
He aquí, pues, que la grandeza de Dios, es su humildad: Ha querido
caminar con su pueblo. Y cuando su pueblo se alejaba de Él por el pecado, con
la idolatría, Él estaba allí esperando. Y también Jesús, viene con esta actitud
de humildad. Él quiere caminar con el pueblo de Dios, caminar con los
pecadores; incluso caminar con los soberbios. El Señor, dijo, ha hecho mucho
para ayudar a estos corazones soberbios de los fariseos.
Dios siempre está listo. Dios está a
nuestro lado. Dios camina con nosotros,
es humilde, siempre nos espera. Jesús siempre nos espera. Esta es la humildad
de Dios. Y la Iglesia canta con alegría esta humildad de Dios que nos acompaña,
como lo hacemos con el Salmo: Vamos
alegres a la casa del Señor
Vamos con alegría porque Él nos acompaña, Él está con nosotros. Y el
Señor Jesús, incluso en nuestra vida personal nos acompaña: con los
sacramentos. El sacramento no es un ritual de magia: se trata de un encuentro
con Jesucristo, nos encontramos con el Señor. Es Él quien está al lado de
nosotros y nos acompaña.
Jesús se hace “compañero de camino”. También el Espíritu Santo, nos
acompaña y nos enseña todo lo que no sabemos, en el corazón y nos recuerda todo
lo que Jesús nos enseñó. Y así nos hace sentir la belleza del buen camino.
Y esto la Iglesia Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, son compañeros de
camino, hacen la historia con nosotros. Lo
celebra con gran alegría, incluso en la Eucaristía, donde se canta el amor tan
grande de Dios que ha querido ser humilde, que ha querido ser compañero de
viaje de todos nosotros, que ha querido también Él hacerse historia con
nosotros.
Y si Él entró en nuestra Historia, entremos también nosotros un poco en
la historia de Dios, o por lo menos pidámosle la gracia de dejar escribir
nuestra historia por Él: que Él escriba nuestra historia. Es algo seguro. SSF
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