Jesús se está
despidiendo de sus discípulos. Los ve tristes y acobardados. Todos saben que
están viviendo las últimas horas con su Maestro. ¿Qué sucederá cuando les
falte? ¿A quién acudirán? ¿Quién los defenderá? Jesús quiere infundirles ánimo
descubriéndoles sus últimos deseos.
Que no se
pierda mi Mensaje. Es el primer deseo de Jesús. Que no se olvide su Buena
Noticia de Dios. Que sus seguidores mantengan siempre vivo el recuerdo del
proyecto humanizador del Padre: ese “reino de Dios” del que les ha hablado
tanto. Si le aman, esto es lo primero que han de cuidar: “el que me ama,
guardará mi palabra... el que no me ama, no la guardará”.
Después de
veinte siglos, ¿qué hemos hecho del Evangelio de Jesús? ¿Lo guardamos fielmente
o lo estamos manipulando desde nuestros propios intereses? ¿Lo acogemos en
nuestro corazón o lo vamos olvidando? ¿Lo presentamos con autenticidad o lo ocultamos
con nuestras doctrinas?
El Padre os
enviará en mi nombre un Defensor. Jesús no quiere que se queden huérfanos. No
sentirán su ausencia. El Padre les enviará el Espíritu Santo que los defenderá
de riesgo de desviarse de él. Este Espíritu que han captado en él, enviándolo
hacia los pobres, los impulsará también a ellos en la misma dirección.
El Espíritu
les “enseñará” a comprender mejor todo lo que les ha enseñado. Les ayudará a
profundizar cada vez más su Buena Noticia. Les “recordará” lo que le han
escuchado. Los educará en su estilo de vida.
Después de
veinte siglos, ¿qué espíritu reina entre los cristianos? ¿Nos dejamos guiar por
el Espíritu de Jesús? ¿Sabemos actualizar su Buena Noticia? ¿Vivimos atentos a
los que sufren? ¿Hacia dónde nos impulsa hoy su aliento renovador?
Os doy mi paz.
Jesús quiere que vivan con la misma paz que han podido ver en él, fruto de su
unión íntima con el Padre. Les regala su paz. No es como la que les puede
ofrecer el mundo. Es diferente. Nacerá en su corazón si acogen el Espíritu de
Jesús.
Esa es la paz
que han de contagiar siempre que lleguen a un lugar. Lo primero que difundirán
al anunciar el reino de Dios para abrir caminos a un mundo más sano y justo.
Nunca han de perder esa paz. Jesús insiste: “Que no tiemble vuestro corazón ni
se acobarde”.
Después de veinte
siglos, ¿por qué nos paraliza el miedo al futuro? ¿Por qué tanto recelo ante la
sociedad moderna? Hay mucha gente que tiene hambre de Jesús. El Papa Francisco
es un regalo de Dios. Todo nos está invitando a caminar hacia una Iglesia más
fiel a Jesús y a su Evangelio. No podemos quedarnos pasivos. JAP
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