Sacerdotes y
Mártires, 22 de Mayo
Martirologio Romano: En la ciudad de Kori, en
Japón, beatos Pedro de la Asunción -de la Orden de los Hermanos Menores- y Juan
Bautista Machado -de la Compañía de Jesús-, presbíteros y mártires, que, por
cumplir su ministerio de forma clandestina, fueron decapitados por quienes
odiaban la fe cristiana († 1617).
Fecha de beatificación: 7 de mayo de 1867 por el Papa Pío IX, junto
a otros 203 mártires de Japón.
Pedro de la Asunción nació
en Cuerva (Toledo, España). Ingresó en los franciscanos, y fue maestro de
novicios de su convento. En el 1601 marchó a Japón con un grupo de misioneros
franciscanos y, después de una breve permanencia en Filipinas, desembarcó en
Japón, desarrollando un intenso apostolado en la zona de Nagasaki, fue nombrado
guardián del convento de esta ciudad. Por su santidad de vida fue muy estimado
y buscado. A su confesionario recurrían muchísimos fieles.
En 1611 la situación religiosa del Japón se volvió
crítica: por orden de las autoridades, los misioneros de origen extranjero
debían abandonar el territorio japonés. Fray Pedro prefirió permanecer
disfrazándose con vestidos seglares para asistir y alentar a los cristianos en
un momento difícil. Pero por prudencia se trasladó a un lugar vecino de
Nagasaki; pero Chichitzu, un apóstata, lo traicionó, por lo cual fue capturado
y llevado a las prisiones de Omura y después a la de Kori.
Juan Bautista Machado de Tavora nació
en Angra en la isla Terceira de las Azores (Portugal) en 1570, en el seno de
una familia pudiente. En 1597 ingresó en los jesuitas en Coimbra. Estudió
Teología en Goa y en Macao donde aprendió el japonés. En el 1609 fue enviado a
la misión japonesa; obtuvo permiso de sus superiores para permanecer
secretamente en aquel territorio, después del decreto de expulsión de los
misioneros de 1614. Tuvo como catequista al beato León Tanaca. Cuando llegó la
persecución le confiaron la isla de Goto y para allí partió con su catequista,
pero a causa de un temporal la nave no pudo llegar a la isla y tuvieron que
volver a Firando. Los cristianos los recibieron con gran alegría, después de
unos días le llegó el aviso que su presencia había sido descubierta, por lo que
debía de desistir de su viaje a Goto y volver a Nagasaki o irse a otra parte.
Pero Juan Bautista insistió en ir a Goto, a donde llegaron en 1617, por una
delación fue arrestado y encarcelado con su catequista León, y en la cárcel
encontraron al beato fray Pedro de la Asunción. Tuvieron el consuelo de poder
celebrar misa y confortarse mutuamente.
El martirio
Los dos sacerdotes estuvieron juntos en la prisión
por más de un mes, del 20 de abril al 22 de mayo, en penitencia, oración, y
conversaciones espirituales. Manifestó que moría contentísimo porque daba su
vida en testimonio de la fe: «Esta es la gracia que he pedido a Dios en estos
últimos nueve días, celebrando la santa Misa».
El 21 de mayo, el Señor le reveló a fray Pedro,
mientras celebraba la misa, que aquella sería la última misa que celebraría.
Los dos mártires cantaron el «Te Deum» para agradecer al Señor una gracia tan
grande, se confesaron uno a otro entre lágrimas, y pasaron la noche en oración.
Hacia el atardecer se les ordenó que se pusieran en camino hacia el lugar del
suplicio. El Padre Pedro tenía en la mano un crucifijo, a los pies del cual
tenía puesta la regla de San Francisco. Durante el viaje cantaban las Letanías
de la Virgen; luego, al encontrarse con los cristianos, los exhortaban a la
perseverancia. Al llegar al lugar del suplicio, el beato Pedro pidió que se le
permitiera hablar a la gente que asistía a su muerte. Luego los dos mártires se
abrazaron y se arrodillaron, con las manos juntas y los ojos mirando al cielo
esperaron el momento supremo cuando el verdugo les cortó la cabeza. Era el 22
de mayo de 1617. Son los primeros mártires de la segunda gran persecución
japonesa.
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