La libertad del hombre, y su experiencia de Dios, es única y personal.
Cada hombre pasa por esta tierra, y cada uno, en algún momento, se ha tenido
que cuestionar sobre la existencia de Dios, sobre su actuación en el mundo, en
su vida, en su alrededor; unos han encontrado la respuesta, otros, por su modo
de actuar, han optado por rechazar a Dios; a otros no les gusta que nadie rija
sus vidas y les ponga límites, etc. La experiencia de Dios es algo tan
personal, pero al mismo tiempo tan necesaria, pues por ella encontraremos
sentido no solo a la vida, sino a tantas situaciones que tendremos que
enfrentar. Te comparto esta reflexión esperando sea de ayuda para fortalecer tu
fe en Él.
Un hombre fue a una barbería a cortarse el cabello y entabló una
conversación con la persona que le atendió. De pronto, tocaron el tema de Dios.
El barbero dijo: “Yo no creo que Dios exista, como usted dice”.
“¿Por qué dice usted eso?” -preguntó
el cliente.
“Es muy fácil, al salir a la calle se da cuenta de que Dios no existe; o
dígame, acaso si Dios existiera, ¿habría tantos enfermos?, ¿habría niños
abandonados? Si Dios existiera, no habría sufrimiento ni tanto dolor para la
humanidad. No puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas” –respondió el barbero.
El cliente se quedó pensando y no quiso responder para evitar una
discusión.
Al terminar su trabajo, el cliente salió del negocio y vio a un
hombre con la barba y el cabello largo. Entró de nuevo a la barbería y le dijo
al barbero:
“¿Sabe una cosa? Los
barberos no existen”.
“¿Cómo? Si aquí estoy
yo” –replicó el barbero.
“¡No...!” -dijo el cliente, “no existen. Si
existieran, no habría personas con el pelo y la barba tan larga como la de ese
hombre”.
“Los barberos sí existen”, -respondió
el barbero, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mí”.
“¡Exacto...!”
-dijo el cliente. “Ese es el punto. Dios si existe, lo que pasa es
que las personas no van hacia Él y no lo buscan, por eso hay tanto dolor y
miseria”.
Vivimos en un mundo incierto, porque el hombre ha preferido tomar el
rumbo incierto de creerse autosuficiente, independiente, sin necesidad de Dios;
ha preferido ser faro para sí mismo y brújula de sus propios pasos; en su
actuar, ha dejado de lado al único que le puede dar la seguridad y la certeza
en su caminar, DIOS. Ha roto con la armonía de la naturaleza, se ha empeñado en
darle valor a las cosas que pasan y que son como oropeles, que brillan sin
tener ningún valor ni sentido de trascendencia.
Vivir sin Dios es vivir a la deriva, es vivir expuestos a injusticias,
corrupción y violencia, es escoger el camino del mal, donde está Dios no puede
haber esto.
Vivir sin Dios, es exponernos a vivir con los criterios del mundo, con
las seguridades humanas que son caducas, insuficientes, pasajeras y
superficiales.
Vivir sin Dios, es enfrascarse en lo inmediato y perder el horizonte de
lo Bueno, Bello y Verdadero.
Vivir sin Dios, es vivir sin Esperanza, es perder la visión de la Vida
Eterna; cuando pierdo la seguridad y la claridad de mi futuro, mi presente se
convierte en un presente incierto.
Vivir sin Dios, es creer que no hay solución ante los problemas, o
pensar que yo solo los puedo solucionar.
Vivir sin Dios, es ver sufrir al hombre en su soledad, en su enojo con
la vida, en el vacío de su existencia, con ira, resentimientos, buscando
llenarse con una felicidad momentánea que cuando pasa lo deja más triste y
herido
Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa
recibir esperanza, el encuentro con el Dios Vivo. Y Con Él se superan todos los
miedos, dudas, temores y desesperanzas. La
esperanza no es algo, sino Alguien: no se fundamenta en lo
que pasa, sino en Dios que se entrega para siempre. Esta es la ESPERANZA QUE NOS SALVA, y que tú y yo necesitamos
descubrir. DD
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