Sacerdotes y
Mártires, 26 de Julio
Martirologio Romano: En el pueblo de Motril cercano a Granada en
la costa española, beatos Vicente Pinilla, de la Orden de los Agustinos
Recoletos, y Manuel Martín Sierra, sacerdotes y mártires, que, desalojados de
la iglesia, fueron fusilados un día después del martirio de otros cinco
compañeros († 1936).
Fecha de beatificación: 7 de mayo de 1999 por el
papa Juan Pablo II.
Vicente nació en Calatayud,
Zaragoza. Agustino recoleto. Misionero en Filipinas, donde trabajó en las islas
periféricas y sufrió las persecuciones de la revolución. Luego trabajó en
Brasil y por último destinado a Motril, Granada.
Se distinguió por su sencillez, su jovialidad, su
asiduidad al confesionario, su devoción a la Virgen de la Consolación y el amor
a los niños. Con cierta frecuencia le bailaba en el corazón la idea del
martirio, y entonces no lograba reprimir sus ansias de fecundar con su sangre
sus trabajos apostólicos.
Mártir en Motril. Le sorprendió el tiro de gracia
en actitud de bendecir a sus perseguidores. Los testigos afirman que afrontó la
muerte “con ánimo sereno y tranquilo”, con un crucifijo en la mano y repitiendo
las palabras de Cristo: “Perdónales porque no saben lo que hacen”. Uno de los
asesinos exclamó emocionado: “Ya no mataré más a nadie. Si es verdad que hay
santos, éste es uno”.
Manuel nació en Churriana de
la Vega. Ingresó en el clero diocesano de Granada tras haber realizado sus
estudios en los escolapios. Fue ordenado sacerdote en 1915, y siguió sus
estudios hasta alcanzar el título de doctor en Teología. Durante un tiempo fue
profesor del seminario de Granada, cargo que simultaneó con el de capellán de
religiosas.
En 1929 fue nombrado párroco de la Iglesia de la
Divina Pastora de Motril y en ella seguía al estallar la guerra civil. Fue un
sacerdote ejemplar, pendiente siempre de sus feligreses. Vivía pobremente para
poder socorrer mejor a los necesitados. Era notorio su celo apostólico y
capacidad de trabajo, además era un hombre humildísimo.
Tuvo ocasión de huir, como lo hizo su familia, pero
no lo hizo alegando que un pastor debía quedarse con sus ovejas. Junto con las
religiosas Hijas de la Caridad que trabajaban en el hospital, se refugiaron en
el templo parroquial, allí fue buscado y encontrado, y se le conminó a que
blasfemara. Se mantuvo firme y en el atrio de la parroquia lo fusilaron junto
con el agustino aragonés, Vicente Pinilla.
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