Hay enfermedades visibles. Enfermedades que se
constatan en los exámenes. Se pueden ver en las radiografías o en los análisis
de sangre. Hay otras enfermedades invisibles, escurridizas, que se resisten a
ser detectadas en las pruebas, pero eso no significa que no existan y, sobre
todo, que no causen un malestar significativo a quienes las padecen. Se trata
de las enfermedades psicosomáticas.
Las personas que sufren una enfermedad
psicosomática suelen emprender un auténtico viacrucis de médico en médico, de
cita en cita, de examen en examen con la esperanza de encontrar respuestas que
no llegan, mientras la ansiedad, la incertidumbre y la angustia por no saber
qué les sucede siguen creciendo y agravando los síntomas.
Un tercio de
las personas sufre síntomas psicosomáticos
Los síntomas psicosomáticos, a veces subvalorados y
hasta ignorados por el personal médico porque no existe una bacteria o un virus
a quien culpar o unas analíticas que validen las quejas del paciente, en
realidad son mucho más comunes de lo que podríamos pensar.
Un estudio realizado en el Memorial Hospital of
Rhode Island and Brown University reveló que entre el 20 y 25% de las
personas que acuden a la atención primaria presentan una media de seis síntomas
inexplicables desde el punto de vista médico pero que afectan
significativamente su calidad de vida.
Estos datos coinciden con otro estudio publicado en
la International Journal of Methods in Psychiatric Research. Estos
investigadores estimaron que a un tercio de los síntomas que presentan los
pacientes que acuden a consulta no se les encuentra una causa específica.
Por supuesto, el hecho de que un síntoma no tenga
una explicación médica no significa necesariamente que sea psicosomático puesto
que aún existen enfermedades que van más allá del conocimiento clínico actual.
Sin embargo, muchos de esos síntomas físicos 'inexplicables' en realidad tienen
una causa psicológica.
¿Qué son
exactamente las enfermedades psicosomáticas?
Mente y cuerpo trabajan sincronizados. Podemos
constatarlo en nuestro día a día: la tristeza activa la producción de lágrimas,
la ansiedad desencadena palpitaciones, la vergüenza dilata los vasos sanguíneos
que producen el rubor y el miedo tensa nuestros músculos. Esa sintonía hace que
todas las enfermedades tengan un componente psicológico que puede agravar o
aliviar el cuadro, de la misma manera que los trastornos psicológicos tienen un
impacto a nivel físico.
No obstante, las enfermedades psicosomáticas son
aquellas en las que los síntomas físicos se deben a razones fundamentalmente
psicológicas. Esos síntomas no tienen una explicación médica ya que no existe
una disfunción física de base, sino que enmascaran la angustia emocional.
La fibromialgia, un problema caracterizado por
dolor en los músculos y las articulaciones acompañado por fatiga crónica, es
considerada por muchos especialistas como una de las enfermedades
psicosomáticas más comunes.
También se suma a la lista el colon irritable, el
síndrome de fatiga crónica, el dolor crónico y muchos problemas cutáneos como
la psoriasis y el eczema ya que la piel es uno de los órganos más afectados por
el estrés. Además de esas enfermedades estructuradas en un cuadro clínico
existe un amplio abanico de síntomas aislados que también pueden tener una
causa psicológica, desde los mareos y los temblores hasta las náuseas,
taquicardia, entumecimiento, tensión muscular… Existen mil y una maneras de
somatizar.
Somatización:
Cuando el cuerpo expresa lo que la mente calla
Cuando estás sometido a periodos de gran estrés, es
probable que notes que los episodios de dolor de cabeza se vuelven más
frecuentes, puedes empezar a sufrir mareos o náuseas o incluso encadenar un
resfriado tras otro. Ello se debe a que tu cuerpo se ha convertido en un
diapasón que vibra al ritmo que imponen tus emociones y pensamientos. El
proceso que se encuentra en la base se denomina somatización. La somatización
es la expresión a nivel físico de un malestar psicológico. Si no encuentras una
manera asertiva para liberar esa tensión emocional y reencontrar el equilibrio,
esta puede terminar afectándote físicamente.
Cada vez que un pensamiento cruza tu mente,
despierta una emoción, lo cual significa que 'contiene' una carga de
neuropéptidos, unos mensajeros químicos que generan diferentes respuestas a
nivel fisiológico. Cuando te sientes bien, por ejemplo, se liberan endorfinas,
pero cuando tienes miedo se libera adrenalina y cuando estás estresado se
produce más cortisol. Obviamente, cuanto más te identifiques con ese
pensamiento, mayor será su impacto emocional. Si esos estados emocionales se
mantienen a lo largo del tiempo, la acción de los neuropéptidos terminará
alterando el equilibrio del organismo y, a la larga, puede provocar problemas
de salud.
Una larga lista de estudios ha comprobado el efecto
de los estados emocionales en la salud. Una de las mayores investigaciones
realizadas hasta la fecha, publicada en la revista The Lancet, analizó a
casi 200.000 personas y constató que quienes estaban sometidas a un gran estrés
laboral tenían un 23% más de probabilidades de sufrir un ataque al corazón.
¿Eres
propenso a padecer enfermedades psicosomáticas?
Todos podemos desarrollar una enfermedad
psicosomática, pero si tienes estas características y/o aplicas estos modos de
afrontamiento serás más vulnerable:
·
Si te cuesta tomar decisiones y las postergas
continuamente o arrastras conflictos sin resolver, de manera que terminan
convirtiéndose en una fuente de tensión constante.
·
Si tienes tendencia a la ansiedad o la depresión ya
que ambas situaciones exacerban el dolor físico.
·
Si te aferras a pensamientos negativos y
catastrofistas que alimentan emociones como el resentimiento, el enfado y la
frustración.
·
Si has sufrido un trauma del que no has logrado
reponerte y sigues experimentando emociones que te generan angustia y dolor.
·
Si arrastras culpas del pasado y no logras
perdonarte a ti mismo, de manera que la enfermedad psicosomática se convierte
en una especie de autocastigo.
·
Si sueles reprimir u ocultar tus emociones porque
no cuentas con estrategias de afrontamiento asertivas que te permitan lidiar
con los problemas.
Conciencia corporal:
Aprende a escuchar tu cuerpo
Todos somatizamos - en mayor o menor medida - pero
la prisa y el estilo de vida moderno nos ha desconectado de nuestro cuerpo, de
manera que muchas veces desoímos sus señales y solo les prestamos atención
cuando es demasiado tarde. ¿El remedio? Volver a conectar con nuestras
emociones y nuestro cuerpo.
Un buen punto de partida consiste en desarrollar la
conciencia corporal y comprender cómo impactan las emociones en tu cuerpo. Para
ello, necesitas redirigir la atención de los pensamientos que cruzan por tu
mente cuando te sientes enfadado, triste o ansioso al cuerpo.
Un estudio muy interesante llevado a cabo en la Universidad de Aalto (Finlandia) reveló
un mapa corporal de las emociones más comunes que experimentamos. Se puede
apreciar que las emociones positivas como la felicidad y el amor generan
sensaciones que se extienden por todo el cuerpo; pero las emociones 'negativas'
como la ira y la ansiedad se concentran en la parte superior, precisamente
donde se encuentran los órganos vitales relacionados con las reacciones
somáticas.
Por tanto, puedes utilizar tu cuerpo para conocerte
mejor y descubrir esos estados que tu mente consciente se niega a aceptar. Para
reencontrar el equilibrio puedes recurrir a las técnicas de la coherencia
cardíaca. El siguiente paso, una vez que te hayas calmado, es preguntarte de
dónde proviene esa emoción y qué esconde.
Recuerda que cualquier emoción, por desagradable
que sea, es un reflejo de tu mundo interior y te está alertando de un problema
al que debes prestar más atención. JD
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