Hay programas en la televisión que reflejan de una
manera cruda lo que sucede en la vida. Alguno de ellos busca premiar a quien
haya logrado engañar más a sus oponentes y hacerlos caer en la trampa. Esto va
siendo como una filosofía en la vida: vivir con doble cara con tal de obtener
lo que se desea. Y pone en primerísimo lugar los puestos, las riquezas y la
satisfacción de los placeres. Se vale de todo: engañar, aparentar ser bueno,
utilizar la religión y los sentimientos. Cristo en su tiempo desenmascara a
quienes utilizan estas tácticas y les recrimina fuertemente su actitud. Con una
serenidad y un equilibrio emocional grande, aconseja que el discípulo haga lo
que dicen los maestros pero que no haga lo que ellos hacen. Quizás sea esta una
de las razones profundas de la actitud tan crítica a los errores de la Iglesia.
Parecería que ponemos cargas enormes a los demás que nosotros no queremos
llevar. Las palabras tan duras de Jesús hoy deben sonar para nosotros como una
advertencia: no buscar los primeros lugares, no buscar las apariencias ni las
famas, no utilizar la religión y las necesidades de los demás para el propio
provecho. Cuando alguien se autoproclama “maestro, guía o padre” de los demás,
rompe la fraternidad que es la base de una verdadera comunidad. En cambio Jesús
propone el servicio como muestra de grandeza. Servir a los demás es reconocer
en cada uno de ellos la imagen de Dios y al mismo tiempo descubrir la propia
misión e identidad. No se trata de tomar actitudes serviles ante los demás, en
especial ante los poderosos, sino de esa actitud abierta y generosa que
descubre que sirviendo al hermano, se crece verdaderamente. Las luchas
sangrientas por dominar los espacios de poder que han llenado de violencia y
temor a nuestra patria son el claro testimonio de que cuando el corazón se
llena de la ambición se pierde todo equilibrio y la noción de
fraternidad. Las envidias y las descalificaciones sean a nivel casero y
comunitario, sean en el plano internacional, tienen el mismo origen y buscan los
mismos fines. Con Jesús, hoy revisemos nuestro corazón y pidámosle que nos
enseñe la alegría del servicio y la pureza de intenciones. Sólo en el servicio
encontraremos la verdadera felicidad. ED
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