MADRE… En este solemne momento
escuchamos con particular atención tus palabras: “Haced lo que mi Hijo os diga”.
Y queremos responder a ellas con todo nuestro corazón.
Queremos hacer lo que tu
Hijo nos dice, porque Él tiene palabras de vida eterna.
Queremos llevar a cabo y
cumplir todo aquello que provenga de Él, todo aquello que se contiene en la
Buena Nueva, tal como nuestros antepasados lo hicieran durante tantos siglos.
MADRE… Tu fidelidad a Cristo y a su
Iglesia, han estampado en cierto modo en nosotros una marca indeleble que todos
compartimos. Esa fidelidad ha fructificado en el heroísmo cristiano y en una
poderosa tradición de vivir de acuerdo con la Ley de Dios, en concordancia con
el mandamiento más sagrado del Evangelio: el mandamiento del Amor.
Hemos recibido esta
espléndida herencia de tus manos al principio de una nueva era, al aproximarnos
al cierre del segundo milenio del nacimiento del Hijo de Dios de Ti, nuestra
Alma Mater, y queremos llevar esta herencia en el futuro con la misma fidelidad
con la que nuestros antepasados dieron testimonio de ella.
MADRE… Que nuestros oídos escuchen
constantemente con la adecuada claridad tu voz maternal: “Haced lo que mi Hijo
os diga”.
MADRE… Haznos capaces de perseverar con Cristo.
Haznos capaces, Madre de la Iglesia, de construir su Cuerpo Místico viviendo
con la vida que solo Él puede darnos de Su plenitud, que es a la vez divina y
humana. JPII
No hay comentarios.:
Publicar un comentario