CCLV Papa, 07 de Febrero
Martirologio Romano: En
Roma, beato Pío IX, papa, que proclamó la verdad de Cristo, a quien estaba
íntimamente unido, e instituyó muchas sedes episcopales, promoviendo el culto
de la Santísima Virgen María y convocando el Concilio Vaticano I (1878).
Fecha de
beatificación: 3 de
septiembre de 2000 por el Papa Juan Pablo II.
Pío IX, en el siglo
Giovanni María Mastai Ferretti, nació el 13 de mayo de 1792 en Senigallia. Fue
elegido pontífice el 16 de junio de 1846, suscitando esperanzas, en los
ambientes patrióticos liberales y católicos: uno de los primeros actos fue la
promulgación de una amnistía para los prisioneros políticos y consintió algunas
reformas en el Estado Pontificio. En los primeros dos años del pontificado, se
ganó el título de papa liberal, patriótico y reformador.
En abril de 1848,
cuando era evidente que la masonería internacional fomentaba atentados,
revoluciones y desórdenes contra el Papado y las naciones tradicionalmente
católicas, Pío IX tomó distancia de las facciones más radicales de los
patriotas italianos. A raíz del desencadenamiento de motines insurreccionales
en Roma, se trasladó a Gaeta, mientras que en la ciudad eterna se proclamaba
poco después, en 1849, la República Romana por parte de Giuseppe Mazzini, Carlo
Armellini e Aurelio Saffi. Las iglesias fueron saqueadas mientras Mazzini se
incautaba de obras de arte, propiedad de la Iglesia, para pagar a la masonería
británica que había anticipado el dinero necesario para tomar Roma.
Gracias a la
intervención de las tropas francesas, la República romana cayó y el Papa pudo
volver a la capital en 1850. Desde entonces, el Pontífice puso en marcha una
política de intransigencia («Non possumus») hacia las exigencias del poder
laico, convirtiéndose en el adversario más acérrimo del ala anticlerical de la
masonería.
En 1854, proclamó el
dogma de la Inmaculada Concepción y, en el primer Concilio
Vaticano (1869_70), el dogma de la infalibilidad papal. En 1864,
promulgó la encíclica «Quanta cura», con el anexo del «Sillabus», una lista de
enseñanzas prohibidas, con la que la iglesia condenaba los errores del momento
y conceptos liberales e iluministas. Con la llegada de la unidad de Italia, el
último papa rey se vio desposeído de las regiones de la Romaña (1859), Umbría,
las Marcas (1860) y, en 1870, la misma Roma, con la conocida toma de Porta Pía,
el 20 de septiembre, que marcó el fin del poder temporal de los papas.
Desde entonces, la
masonería italiana celebra su propia fiesta anual, justamente el 20 de
septiembre, en recuerdo de la victoria contra la Iglesia. Los documentos
antimasónicos del Pontificado de Pío IX son unos 124 y se subdividen en 11
encíclicas, 61 cartas breves, 33 discursos y alocuciones y documentos de varios
dicasterios eclesiásticos. Según Pío IX, todos los males que se abatieron en
aquél tiempo sobre la Iglesia y sobre la sociedad provenían del ateísmo y del
cientismo del siglo XVII, postulado por la masonería y exaltado por la
Revolución Francesa. En la encíclica «Qui pluribus» (9/10/1849), Pio IX habla
de «hombres ligados por una unión nefanda» que corrompen las costumbres y
combaten la fe en Dios y en Cristo postulando el naturalismo y el racionalismo
y, sobre todo, poniendo en marcha el conflicto entre ciencia y fe. Otro error atribuido
a este círculo de pensadores es el hablar de progreso como un mito y
contraponerlo a la fe.
Ante estas
acusaciones precisas, la Masonería reaccionó con un desdén violento. En primer
lugar, convocó un «Anticoncilio masónico, Asamblea de librepensadores» con la
idea de liderar un movimiento internacional dedicado a combatir sin tregua al
Vaticano. Entre los escritos que se difundieron para esta convocatoria
masónica, había uno que decía «El Anticoncilio quiere luz y verdad, quiere
ciencia y razón, no fe ciega, no fanatismo, no dogmas, no hogueras. La
infalibilidad papal es una herejía. La religión católica romana es una mentira;
su reino es un delito».
En esta situación de
beligerancia continua, Pío IX no perdió el ánimo y siguió su trabajo para
compactar la Iglesia en torno a un principio de unidad. Atribuyó gran
importancia a la espiritualidad popular, a la relación con los santos,
especialmente a María a través del reconocimiento de las apariciones de La
Salette y de Lourdes. Dio impulso a procesiones, peregrinaciones y todas las
formas de piedad popular. En 1870, inauguró un nuevo modo de elección de
obispos y prelados, elegidos no ya preferentemente entre los notables sino
entre los sacerdotes comunes, allí donde se manifestasen los méritos pastorales.
Su popularidad creció enormemente. Fue obstinado en no aceptar ningún arreglo
con el Estado italiano. Murió el 7 de febrero de 1878, pero la masonería trató
de perseguirlo encarnizadamente incluso tras la muerte. En la noche del 12 al
13 de julio de 1881, su féretro fue trasladado del Vaticano al cementerio del
Verano. La masonería organizó una manifestación irreverente, con lanzamiento de
piedras, imprecaciones, blasfemias, y canciones vulgares y obscenas, contra el
cortejo fúnebre, que a su vez respondía con la recitación del rosario, los
salmos, el oficio de difuntos y pías jaculatorias.
El culmen de la
agresión tuvo lugar cuando el cortejo fúnebre pasó por el puente Sant´Angelo.
Al grito de «¡muerte al Papa, muerte a los curas!», un grupo de desalmados
trató de arrojar el cadáver de Pío IX al Tíber. Pero los católicos apretaron
las filas en torno a los restos mortales del pontífice y rechazaron el ataque.
A la luz de estos acontecimientos, el reconocimiento de la virtud heroica del
nuevo beato hace justicia a una persona de gran espesor humano y a un gran
Papa.
Pio IX fue
beatificado el 30 de Septiembre del 2000.
La causa de
beatificación de Pío IX fue una de las más largas y difíciles de la historia de
la Iglesia. Fue puesta en marcha por Pío X, el 11 de febrero de 1907.
Relanzada, por Benedicto XV, sin gran éxito, y también Pío XI animó el
proyecto. Tras la segunda guerra mundial, la instructoría canónica fue
reiniciada por Pío XII, el 7 de diciembre de 1954. Con Pablo VI la causa
experimentó importantes avances: se completó la «positio», es decir, la
recogida de las actas del proceso canónico, el análisis de la vida del
candidato a la santidad, los interrogatorios de los testigos y las evaluaciones
de los historiadores y de los teólogos.
El decreto sobre el
ejercicio heroico de las virtudes teologales y cardinales fue promulgado por la
Congregación para las Causas de los Santos, el 6 de julio de 1985, y aprobado
por Juan Pablo II. Entre las virtudes del Pontífice, figuran el amor sin
reservas por la iglesia, la caridad y la gran estima por el sacerdocio y los
misioneros. El milagro atribuido a Pío IX, verificado por la Consulta de
médicos el 15 de enero de 1986, es la curación inexplicable de una religiosa
francesa.
Pío IX defendió a
los judíos
La campaña contra el
Papa Pio IX (1792-1878), alcanzó su colmo con la protesta del gobierno
israelita que expresó a la Santa Sede su más profundo descontento por la
beatificación de Pío IX (Jerusalén Post, 3 de septiembre 2000). En realidad
como lo recordó Mons. Carlo Liberati, de la Congregación para las Causas de los
Santos, en dos entrevistas acordadas a los diarios italianos Corriere della
Sera y Avvenire, Pío IX fue “el promotor de la liberación de los judíos del
ghetto. Hizo suprimir las labores indignas y humillantes que estaban asignadas
a los judíos. Declaró que no eran ´extranjeros´ y ordenó colocar patrullas
encargadas de protegerlos contra una rebelión popular que explotó efectivamente
contra esta emancipación del ghetto”.
En lo que concierne
al caso de Edgardo Mortara, el niño judío que, a la edad de dos años en riesgo
de morir fue bautizado por una doméstica católica y fue luego educado por la
Iglesia contra el parecer de sus padres, Mons. Liberati declaró que “lo que
nadie nunca ha querido recordar, es que cuando Edgardo Mortara llegó a la edad
de la adolescencia, se le dejó libre de regresar a su casa. Pasó un mes con sus
padres pero en seguida decidió quedarse en Roma y hacerse sacerdote. Una vez
sacerdote se reconcilió con sus padres. Edgardo Montara fue uno de los primeros
testigos que se pronunciaron a favor de la beatificación de Pío IX, haciendo
una declaración en el proceso canónico”.
El Papa Pío IX
permanece incorrupto
El 4 de abril pasado
en Roma, en la cripta de la basílica de San Lorenzo al Verano, se desarrolló el
reconocimiento del cuerpo del venerable Pío IX que reposa desde el 13 de julio
de 1881, tres años después de su muerte acaecida el 7 de febrero de 1878, en el
Vaticano. En la ceremonia del acto de reconocimiento de los restos mortales de
Pío IX estaban presentes, entre otros, el Postulador de la Causa de
Beatificación, Mons. Bruneno Gherardini, S. Emin, el cardenal Jorge Medina
Estévez, Pref. de la Congregación para el Culto Divino, el Obispo emérito de
Senigallia, Mons. Odo Fusi Pecci, representantes de la Curia Romana, sacerdotes
y religiosas venidos inclusive del extranjero.
“Pío IX - escribió
Mons. Carlo Liberati - conservado casi perfectamente desde el último
reconocimiento, hecho bajo Pío XII, del 25 de octubre al 24 de noviembre de
1956, apareció en toda la serenidad de su humanidad tal como se recuerda en la
documentación fotográfica, en la iconografía tradicional y establecida por la
descripción hecha de los textos en las actas de procedimiento. Si es permitido
referirnos a los análisis de autores y agiógrafos modernos de gran valor, como
el inolvidable Piero Bargellini y el P. Domenico Mondrone s.j., hechas para
educar e invitar a la santidad, podremos definirlo como un hombre dotado de una
gran humanidad y de una impresionante dignidad, hecha aún más significativa por
la serenidad del rostro intacto en la majestad silenciosa de la muerte” (Mons.
Carlo Liberati, La ricognizione dei resti mortali del venerabile Papa Pio IX en
L´Ossevatore Romano, 9 de abril 2000, p. 4).
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