Sabemos que históricamente la oposición a Jesús se fue gestando poco a
poco: el recelo de los escribas, la irritación de los maestros de la ley y el
rechazo de los dirigentes del Templo fueron creciendo hasta acabar en su condena
y ejecución en la cruz.
También lo sabe el evangelista Lucas. Pero, intencionadamente, forzando
incluso su propio relato, habla del rechazo frontal a Jesús en la primera
actuación pública que describe. Desde el principio han de tomar conciencia los
lectores de que el rechazo es la primera reacción que encuentra Jesús entre los
suyos al presentarse como Profeta.
Lo sucedido en Nazaret no es un hecho aislado. Algo que sucedió en el
pasado. El rechazo a Jesús cuando se presenta como Profeta de los pobres,
liberador de los oprimidos y perdonador de los pecadores, se puede ir
produciendo entre los suyos a lo largo de los siglos.
A los seguidores de Jesús nos cuesta aceptar su dimensión profética.
Olvidamos casi por completo algo que tiene gran importancia. Dios no se ha
encarnado en un sacerdote, consagrado a cuidar la religión del Templo. Tampoco
en un letrado, ocupado en defender el orden establecido por la ley. Se ha
encarnado y revelado en un Profeta, enviado por el Espíritu a anunciar a los
pobres la Buena Noticia y a los oprimidos la liberación.
Olvidamos que la religión cristiana no es una religión más, nacida para
proporcionar a los seguidores de Jesús las creencias, ritos y preceptos
adecuados para vivir su relación con Dios. Es una religión profética, impulsada
por el profeta Jesús para promover un mundo más humano, orientado hacia su
salvación definitiva en Dios.
Los cristianos tenemos el riesgo de descuidar una y otra vez la
dimensión profética que nos ha de animarnos a los seguidores de Jesús. A pesar
de las grandes manifestaciones proféticas que se han ido produciendo en la
historia cristiana, no deja de ser verdad lo que afirma el reconocido teólogo
Hans Urs von Balthasar: a finales del siglo II “cae sobre el espíritu profético
de la Iglesia una escarcha que no ha vuelto a quitarse del todo”.
Hoy, de nuevo, preocupados por restaurar “lo religioso” frente a la
secularización moderna, los cristianos corremos el peligro de caminar hacia el
futuro privados de espíritu profético. Si es así, nos puede suceder lo que a
los vecinos de Nazaret: Jesús se abrirá paso entre nosotros y “se alejará” para
proseguir su camino. Nada le impedirá seguir su tarea liberadora. Otros,
venidos de fuera, reconocerán su fuerza profética y acogerán su acción
salvadora. JAP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario