III Papa, 26
de Abril
Martirologio Romano: En
Roma, conmemoración de san Cleto, papa, segundo que rigió la Iglesia Romana
después de san Pedro († 88). En el martirologio anterior se lo recordaba el 13 de julio.
¿Son dos o tan sólo uno?, por mucho tiempo se pensó
que Anacleto y Cleto habían sido dos papas distintos del siglo primero. Después
resultó claro que el segundo nombre era sólo una abreviación familiar del
primero. Y así ha quedó registrado en la sucesión cronológica de los jefes de
la iglesia de Roma: Anacleto o Cleto fue el tercero, después de Pedro y Lino.
Tercero, entonces, en la serie de papas. Sobre su origen sobreviven
incertidumbres, algunos historiadores piensan que era nacido en Roma, pero su
nombre de origen claramente griego deja una sombra de dudas sobre este tema.
Relatos muy antiguos le atribuyen la construcción
de un santuario sepulcral llamado «Memoria», en el sitio del entierro de Pedro,
en los jardines del Vaticano, territorio que entonces pertenecía al dominio imperial
y formado por jardines, campos y tierras sin cultivar. A Cleto se le atribuye
también la disposición que prohibía a los hombres de Iglesia usar los cabellos
largos, lo que sería un primer ejemplo de tonsura eclesiástica.
Su pontificado se desarrolla en algunos años de
paz, bajo el emperador Vespasiano (que reina del 69 al 79), y bajo su hijo
mayor Tito (79 al 81). En tiempos de este último Italia conoce una de las más
importantes catástrofes de su historia: la erupción del Vesubio en agosto del 79,
con la destrucción de Herculano y Pompeya. Y poco después Roma verá surgir el
edificio destinado a convertirse en su emblema: el anfiteatro Flavio (Coliseo)
para los juegos públicos, sede de luchas mortales entre gladiadores y de
suplicios para los cristianos. El mismo lugar que diecinueve siglos después
sería elegido por los sucesores de Pedro, Lino y Cleto para presidir el Vía
Crucis con el que se rememora el calvario de Cristo en Viernes Santo.
Finaliza pronto el reinado de Tito, y con el arribo
de su hermano Domiciano comienza la persecución. Pero no sólo contra los
cristianos. De hecho, las primeras víctimas son los judíos, forzados a derivar
al Estado el tributo debido al templo de Jerusalén destruido por Tito. Una
persecución por razones financieras: porque las grandes obras públicas han
desangrado las finanzas imperiales; también los judeocristianos deberán pagar.
Después la persecución va a ensañarse a los cristianos en general, no sólo
contra sus bienes. Contra ellos se lanza la acusación de “ateísmo”, es decir,
de no adorar a los dioses del Estado, y esta acusación comporta la pena
capital.
No sabemos cómo murió Cleto; la persecución a los
cristianos continuó luego de su muerte. No se conoce el lugar de su sepultura,
aunque es presumible que haya sido en los jardines vaticanos.
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