En ese domingo no son las tinieblas las que
dominaban, sino el fulgor de una luz repentina que irrumpe con el anuncio
sobrecogedor de la resurrección del Señor. La espera y la oración se convierten
entonces en un canto de alegría: «¡Exulte el coro de los Ángeles!».
Ha cambiado totalmente la perspectiva de la
historia: la muerte da paso a la vida y la oscuridad a la luz; vida que no
muere más y luz que no volverá a apagarse.
La piedra del sepulcro está quitada: hoy
brilla una luz especial en el corazón de todos los que creemos en Cristo: con
Él, con su gracia y su fuerza, su amistad y compañía, todos los obstáculos son
superables; todos los problemas, solubles; todos los sacrificios, llevaderos;
todas las penas, pasajeras. Cristo nos invita hoy a salir de nuestros
sepulcros, de nosotros mismos, de nuestros pequeños o grandes problemas, de
nuestras indecisiones y tristezas, de nuestros desalientos y dudas, de nuestras
oscuridades y desconfianzas y dejar que su luz pase a través de nosotros, para
así llevarlo a los hombres. Hoy es un día especial para sentirse cerca de Dios,
amigo de Dios, sinceramente amigo de Dios.
Una pequeña niña se encontraba entre un
grupo de personas que eran guiadas en una excursión por una gran catedral.
Mientras el guía daba explicaciones sobre las diversas partes de la estructura:
el altar, el coro, la mampara y la nave principal, la atención de la pequeña
estaba enfocada en una vidriera de colores.
Estuvo por largo tiempo considerando en
silencio la ventana. Al elevar la vista hacia las figuras que formaban parte
del vitral, su rostro fue bañado en un arco iris de colores cuando el sol de la
tarde inundó el ala cruciforme de la inmensa catedral.
Cuando el grupo se preparaba para continuar
la gira, la niña se llenó de valentía y preguntó al guía: ¿Quiénes son las
personas que están en ese vitral tan hermoso?
-Esos son los santos- respondió aquel.
Esa misma noche, mientras la niña se
alistaba para acostarse, le dijo a su madre con orgullo: - Sé quiénes son
los santos.
-¿Lo sabes? -respondió la madre. ¿Y me
podrías decir quiénes son?
Sin vacilar, la niña respondió: ¡Son las
personas que dejan que la luz brille a través de ellas!
¿Estás permitiendo que la luz de la
Resurrección del Señor brille a través de ti?
Hemos sido llamados a compartir la luz de
la Resurrección de Jesús en un mundo de tinieblas. Como rayos de luz que
atraviesan el pesimismo y la oscuridad, podemos llevar la Esperanza de la
Resurrección a este mundo oscuro y cansado.
Así alumbre vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos. (Mateo 5.16)
No te detengas cuando se haya hecho oscuro,
ilumina tu andar con la luz de Cristo Resucitado. La oscuridad más terrible no
es la que te rodea, sino la que te habita; y la luz más bella no es la que te
ilumina desde afuera, sino la que se asoma en tus ojos desde adentro. No exijas
más luz que la necesaria para ver lo necesario, ni más camino que para andar
esta jornada. El camino más malo, no es tan malo, si por él vas a tu meta. Y el
camino más bueno no es tan bueno si por él no llegas a tu destino. No sabrás si
hay luz mientras tus ojos no se hayan abierto, ni sabrás si hay camino,
mientras tus pies no hayan andado. Cristo hoy ha encendido una lámpara que no
se apaga, deja que esta luz ilumine tu caminar, Él hoy ha vencido nuestras
oscuridades. DD
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