Cada año 80.000 millones de
prendas de ropa nuevas se compran en todo el mundo, después de pasar por un
proceso de producción que lleva décadas en el punto de mira. En las aguas
residuales de las fábricas de China, India y Bangladesh, donde se fabrica la mayoría
de estos productos, se han encontrado numerosos contaminantes, como el
antimonio. Pero probablemente sean los compuestos de los tintes los más
contaminantes para el medioambiente y la salud de los trabajadores en las
fábricas textiles. En los últimos años, numerosos estudios científicos han
mostrado evidencias de los efectos adversos en las personas que trabajan
directamente en la producción textil.
Además, no es ninguna novedad que
los colorantes azoicos pueden causar daños en el ADN. En uno de los últimos
estudios, publicado en la revista Chemosphere, un grupo de científicos analizó el químico Acid Black 10 (AB10B),
ampliamente utilizado en la producción de textiles, cueros y estampados, en
busca de datos toxicológicos.
La conclusión es clara: «Nuestros
hallazgos indican que la exposición de los seres humanos y la liberación del
compuesto en el medioambiente pueden provocar efectos adversos debido a su
actividad dañina para el ADN», expusieron los investigadores, liderados por la Universidad Luterana de Brasil.
Una vez fabricada la ropa, las
sustancias empleadas en su producción no desaparecen del todo tras su
distribución y venta. En España, un equipo de científicos del Laboratorio de Toxicología y Salud Ambiental
de la Universidad Rovira i Virgili lleva años analizando qué ocurre cuando
el consumidor final se expone a estos textiles.
Más que alergias
«Aunque muchos de los productos
químicos añadidos durante los procesos de fabricación de la ropa se enjuagan,
las concentraciones residuales de algunas sustancias pueden permanecer y
liberarse durante el uso por parte de los consumidores», señaló José Luis
Domingo, investigador en la universidad catalana.
La mayoría de las investigaciones
realizadas sobre el impacto de la ropa en la salud de las personas hace
referencia a reacciones alérgicas de la piel con el contacto de las prendas,
pero no es el único problema potencial. Un trabajo publicado en Environmental
Research certifica que, bajo determinadas
circunstancias de uso, ciertas prendas pueden suponer riesgos para la salud que
no están debidamente recogidos en las legislaciones sobre productos textiles.
Según los investigadores, la presencia ‘no despreciable’ de productos químicos
potencialmente tóxicos, como oligoelementos, retardantes de llama o ciertos
pigmentos para los tintes en algunas prendas, podría llevar a riesgos
sistémicos potenciales, e incluso significar ‘riesgos de cáncer no asumibles
para los consumidores’, alertan, incidiendo especialmente en la vulnerabilidad
de los niños.
«El cáncer nunca debería ser
asumible, pero el hecho es que estamos permanentemente expuestos a sustancias
con potencial cancerígeno», indicó Domingo. Según explica, el riesgo depende de
las características fisicoquímicas de la sustancia potencialmente tóxica.
«A través de la piel, el tóxico
llega hasta la sangre, y de allí se redistribuye en diversos órganos y tejidos.
En este caso, la piel en sí podría resultar afectada por dermatitis de
contacto, irritaciones, etc.», explicó. Otro factor que influye en el riesgo es
el uso más o menos continuado de una prenda. «Por ejemplo, no sería lo mismo
utilizar unos vaqueros ceñidos a diario que una vez por semana, o tampoco sería
lo mismo la exposición a través de un pijama que de un jersey que no entra
apenas en contacto con la piel», señaló el investigador.
Legislaciones poco
claras
A pesar de que para muchos de
estos compuestos peligrosos existen medidas de regulación en la Unión Europea,
los países donde la ropa se fabrica tienen menos restricciones ambientales y no
mantienen un control estricto de su presencia en los textiles. Además, en
Europa, la legislación sobre el impacto en la salud de los consumidores por la
presencia de estas sustancias químicas en la ropa es poco clara al respecto.
«El contacto a través de la piel parece que no preocupa tanto a la sociedad y a
sus legisladores como la inhalación (contaminación ambiental) o la ingesta
(dieta) de compuestos químicos”, apuntó Domingo. La ley 1007/2011, que
sustituyó y amplió la primera directiva 2008/121/EC creada principalmente para
analizar y unificar los nombres de las fibras y textiles entre los estados
miembros, solo hace referencia a la necesidad de evaluar la relación
causa-efecto entre las reacciones alérgicas y las sustancias y mezclas químicas
en los productos textiles. Tampoco especifica cuáles son esas sustancias alergénicas.
Por ello, en la normativa se pidió
a la Comisión Europea realizar un estudio para valorar el impacto de estas
sustancias en la salud, y en función de los resultados, solicitó propuestas
legislativas. Sin embargo, esta información no llegó, aunque sí se
establecieron criterios para la obtención de la etiqueta ecológica de los
productos textiles mediante procesos ‘más limpios y menos contaminantes y con
sustancias menos peligrosas’.
«Los legisladores y reguladores ni
tan siquiera se han planteado el tema. Hay una serie de sustancias que
intervienen en la fabricación de textiles; unas están reguladas y el uso de
otras está prohibido. El resto, ahí están, y si un día se detecta un problema
que ahora ignoran, entonces actuarán. Van regulando sobre la marcha», informó
Domingo.
Para los científicos, sería
necesario que los organismos reguladores legislen para poder definir qué
riesgos pueden ser asumibles, y estas cifras dependen del rigor de cada
entidad. «En general se considera asumible un caso de cáncer por 100.000 o
hasta un millón de personas expuestas. Otras estimaciones más laxas lo rebajan
hasta un caso por 10.000 habitantes, pero son las menos», señaló el experto.
Lo que esconde la ropa
En su estudio, José Luis Domingo y
Joaquim Rovira revisaron de manera exhaustiva la información científica sobre
la exposición humana a las sustancias químicas de la ropa, y se centraron en
los productos químicos tóxicos con mayor probabilidad de ser detectados en los
tejidos: retardantes de llama, oligoelementos, aminas aromáticas, bisfenoles,
quinolina y nanopartículas metálicas, entre otros. Todos estos contaminantes
están presentes de manera habitual en el proceso de fabricación textil y en las
actividades de acabado como el blanqueo, impresión, teñido, impregnación,
recubrimiento o plastificación. A esto se suman los rápidos cambios en las
tendencias de moda, que conllevan alteraciones en los tipos de impresiones,
tintes y otros tipos de productos químicos que se utilizan durante el proceso.
Los investigadores analizaron los efectos de diferentes compuestos. En el caso
de los retardantes de llama, que se incorporan a los textiles para prevenir o
inhibir la combustión, o el bisfenol A, un disruptor endocrino, sugieren que
las concentraciones de estas sustancias suponen una exposición dérmica nada
despreciable en las personas.
En otro estudio se centraron en la
exposición de la piel a oligoelementos presentes en pantalones y camisas
vaqueras. Los riesgos para la salud se encontraban dentro de los límites de
seguridad, pero en prendas con mezcla de poliéster la exposición al antimonio
era mayor.
Otros estudios ya habían
determinado que los riesgos carcinogénicos debido a la presencia de antimonio
en prendas textiles superan los límites de seguridad, sobre todo en tejidos de
poliéster. Respecto a los pigmentos azoicos y las aminas aromáticas, la alergia
es bien conocida. Pero la información científica indica que la presencia de
aminas mutagénicas en los textiles es ‘mucho más preocupante de lo que se
esperaba anteriormente’.
Los científicos recomiendan
dilucidar cuáles son los químicos más preocupantes en términos de exposición
dérmica a través de la ropa. «Se deben realizar estudios para prevenir los
riesgos potenciales para la salud de los consumidores, muy especialmente los
bebés y los niños», concluyeron. BP
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