Texto del
Evangelio (Mt 11,28-30): En aquel
tiempo, Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados,
y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi
yugo es suave y mi carga ligera».
«Venid a mí todos los que estáis
fatigados»
Comentario:
Hno. Lluís SERRA i Llançana (Roma, Italia)
Hoy, las palabras de Jesús resuenan íntimas y
cercanas. Somos conscientes de que el hombre y la mujer contemporáneos sufren
una enorme presión psicológica. El mundo gira y da vueltas de tal manera que no
tenemos tiempo ni paz interior, suficientes para asimilar estos cambios. Nos
hemos alejado frecuentemente de la simplicidad evangélica y estamos cargados de
normas, compromisos, planificaciones y objetivos. Nos sentimos agobiados y
cansados de luchar sin ver resultados convincentes. Las investigaciones
recientes afirman que la depresión aumenta. ¿Qué nos falta para encontrarnos
bien?
Hoy, a la luz del Evangelio, podemos revisar cuál
es nuestra concepción de Dios. ¿Cómo vivo y siento a Dios en mi interior? ¿Qué
sentimientos me despiertan su presencia en mi vida? Jesús nos ofrece su
comprensión cuando sentimos el cansancio y tenemos ganas de reposar: «Venid a
mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11,28). Quizá hemos luchado para ser
perfectos y en el fondo lo único que queremos es sentirnos amados. En sus
palabras encontramos respuesta a nuestra crisis de sentido. Nuestro ego nos
juega malas pasadas y no nos permite ser tan buenos como quisiéramos. No vemos
quizá la luz en determinadas épocas. Santa Juliana de Norwich, mística inglesa
del siglo XIV, entendió el mensaje de Jesús y escribió: «Todo irá bien, todas
las cosas irán bien».
La propuesta de Jesús —«aprended de mí» (Mt 11,29)— implica seguir su estilo de
benevolencia (querer el bien para todos) y de humildad de corazón (virtud que
hace referencia a tocar de pies a tierra y a que sólo la gracia divina nos
puede hacer levantar el vuelo). Ser discípulo exige aceptar el yugo de Jesús,
recordando que su yugo es «suave» y su carga «ligera». Pero no sé si estamos
convencidos de que eso es así. Vivir como persona cristiana en nuestro contexto
no resulta fácil, ya que optamos por valores a contracorriente. No dejarse
llevar por el dinero, por el prestigio o por el poder exige un esfuerzo. Si lo
queremos hacer solos, se convertirá en una empresa imposible. Con Jesús todo es
posible y suave.
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