Obispo, 17
de Julio
Martirologio Romano: En Pavía, ciudad de la Liguria, Italia, san Ennodio, obispo, que
compuso himnos en honor de los santos y de sus lugares de culto, y repartió
generosamente sus bienes. (521)
Magno Félix Enodio pertenecía a una ilustre familia
establecida en la Galia. Por una alusión suya, se puede deducir que nació en
Arles; en todo caso, pasó sus primeros años en Italia y se educó en Milán, bajo
la tutela de una tía.
Después de la muerte de ésta, el joven contrajo
matrimonio, pero muy pronto se sintió llamado a las sagradas órdenes. Su
esposa, mujer muy rica, que lo había sacado de la pobreza, accedió a la
separación y ella misma ingresó en un convento. Enodio, que era ya un orador
consumado, recibió la ordenación de diácono por parte de san Epifanio de Pavía
y, desde entonces, se consagró al estudio de las ciencias sagradas y a la
enseñanza.
Escribió por aquel tiempo una apología del papa san
Símaco y del sínodo que había condenado el cisma de los partidarios de Lorenzo.
«Dios -dice San Enodio- quiere ciertamente que los hombres juzguen a los
hombres; pero se ha reservado para sí mismo el juicio del Pontífice de la Sede
Suprema». Enodio fue elegido para pronunciar el panegírico del rey Teodorico, a
quien sólo alabó por sus victorias y éxitos temporales. San Enodio escribió la
vida de san Epifanio de Pavía, quien murió el año 496, y la de san Antonio de
Lérins; dejó, además, otras obras en prosa y en verso. Fue uno de los últimos
representantes de la antigua retórica: aunque sus escritos no carecen de valor
histórico, tienden a la verbosidad, son ininteligibles por momentos y están
llenos de los convencionalismos de la literatura mitológica de la Roma pagana.
Según cuenta el propio autor, durante una violenta fiebre de la que los médicos
le desahuciaron, recurrió al Médico Celestial, por la intercesión de su
patrono, san Víctor de Milán y recobró la salud. Para perpetuar su testimonio
de gratitud, escribió una obra titulada «Eucharisticón» («Acción de gracias»),
en la que, imitando las Confesiones de san Agustín, cuenta brevemente su vida
y, sobre todo, su propia conversión.
Hacia el año 514, san Enodio fue elegido obispo de
Pavía y gobernó su diócesis con un celo y una autoridad dignos de un discípulo
de san Epifanio. El papa san Hormisdas le envió dos veces a Constantinopla,
donde el emperador Anastasio II estaba favoreciendo a los monofisitas. Ambas
misiones fracasaron. Al fin de la segunda embajada, el santo se vio obligado a
hacerse a la mar en un viejo navío destartalado, con grave peligro de
naufragar, y con el veto para desembarcar en algún puerto del imperio de
oriente. A pesar de todo, llegó sano y salvo a Italia y regresó a Pavía. La
gloria de haber sufrido por la fe con celo y constancia, le espoleó aún más en
el camino de la perfección. Así pues, se consagró a la conversión de las almas,
al socorro de los pobres, a la construcción y ornamentación de las iglesias y a
la composición de poemas religiosos sobre Nuestra Señora, sobre san Ambrosio y
santa Eufemia, sobre los misterios de Pentecostés y la Ascensión, sobre un
bautisterio adornado con las pinturas de los mártires cuyas reliquias se
hallaban ahí, etc.
Otros de sus poemas son simplemente mitológicos,
como por ejemplo, el de Pasifae y el toro. Alguien ha dicho a propósito de sus
poemas que: «Enodio temía escribir con claridad para no caer en los lugares
comunes». El santo compuso dos himnos que debían cantarse en el momento de
encender el cirio pascual, en los que implora la protección divina contra los
vientos, las tempestades y todas las amenazas del enemigo. Su muerte ocurrió el
año 521, cuando tenía apenas cuarenta y ocho años de edad.
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