Los análisis de sangre son un
estudio que los médicos suelen pedir con mucha frecuencia por diversos motivos.
En general, se piden para un control de rutina, de modo que el especialista
pueda evaluar cuál es la situación general de salud del paciente y así saber
cómo se encuentra.
Además, pueden solicitarse a
partir de alguna patología en particular con el objetivo de saber con detalle y
profundidad qué está afectando la salud de la persona. Es importante aclarar
que en estos casos los valores que se evalúan no siempre son los mismos que en
un examen de rutina, dado que es probable que el médico busque algo en
particular.
Para hacer cualquiera de los dos
se hace una extracción de sangre -por lo general, de alguno de los brazos- y se
separa en varios tubos de ensayo para enviar al laboratorio. En un análisis de
control se suelen pedir, como valores estándar, un hemograma completo, un
examen de bioquímica general, el perfil hepático y la función renal.
El hemograma es la parte del análisis de sangre que determina las
características de las células sanguíneas; permite sospechar o incluso
diagnosticar algunas enfermedades, como las anemias o las leucemias. Se recoge
información de tres líneas celulares de la sangre: los glóbulos rojos
-hematíes-, glóbulos blancos -leucocitos- y plaquetas.
Los glóbulos rojos son células pequeñas que aportan oxígeno a las
células para que realicen sus funciones. El oxígeno va en su interior unido a
una proteína formada por hierro que se llama hemoglobina. Por esta razón, la hemoglobina es un parámetro muy útil
para ver alteraciones de estas células. Los resultados estándar para los adultos pueden variar, por eso se toma
un rango y no un número fijo. En general, para los hombres se ubican entre 13.8
y 17.2 gramos por decilitro (g/dL) o 138 a 172 gramos por litro (g/L) y para
las mujeres de 12.1 a 15.1 g/dL o 121 a 151 g/L.
También puede aparecer una
cantidad excesiva de este tipo de células, un trastorno que se conoce como
policitemia. Para confirmar el aumento de glóbulos rojos se utiliza un valor
que se conoce como hematocrito, que
indica el número de hematíes por unidad de sangre. Así, en general en los
hombres se toma como valor estándar un hematocrito de 40.7% a 50.3% y en
mujeres, de 36.1% a 44.3%.
Por otro lado, los glóbulos blancos o leucocitos son
células que forman parte del sistema inmunitario. Cuando sus niveles suben,
puede indicar que hay una infección y están luchando contra ella. En cambio, si
disminuyen puede indicar una debilidad de las defensas del cuerpo.
Además, hay distintos tipos de
leucocitos y cada uno tiene una función determinada. Es por eso que se analiza
el total de estas células en sangre y el porcentaje y el número de cada tipo de
leucocito. La cantidad normal de glóbulos blancos en la sangre es 4.500 a
11.000 por microlitro.
Los linfocitos son las células principales del sistema inmune, aunque
tardan más en sintetizarse. Es por eso que suelen estar más relacionadas a
infecciones crónicas, aunque también se elevan de forma característica en
infecciones producidas por virus.
Los neutrófilos intervienen en la respuesta inmune frente a infecciones
bacterianas. Si los valores están elevados suele indicar que hay una infección
de este origen, mientras que si el valor está por debajo del estándar es
posible que el paciente tenga lo que se denomina neutropenia.
Los eosinófilos -al igual que los basófilos-
intervienen en reacciones alérgicas e infecciones parasitarias, por lo que
aumentan en estas situaciones.
Los monocitos también incrementan su cantidad como respuesta a
infecciones crónicas y virales.
Las plaquetas son componentes sanguíneos relacionados con la hemostasia
-el conjunto de mecanismos aptos para detener los procesos hemorrágicos-.
También contribuyen a que la sangre fluya por los vasos, dado que evitan que se
formen coágulos que los obstruyan.
En este sentido, uno de los
parámetros que se suelen analizar en un examen de rutina es el número total de
plaquetas presentes en la sangre -cuyo resultado estándar suele ser de 150.000
a 400.000 por microlitro de sangre-. Si están elevadas -trombocitosis-, aumenta
el riesgo de obstrucción de los vasos o trombosis; por el contrario, una
disminución de las plaquetas -trombopenia- hace que se sea muy susceptible a
sufrir hemorragias.
Además, se analiza el Volumen
Plaquetario Medio (VPM), que señala el tamaño de las plaquetas, que puede estar
aumentado o disminuido en algunas enfermedades.
La bioquímica general es otra de las partes del estudio de rutina, que
muestra información sobre el metabolismo de los hidratos de carbono, los
lípidos y las proteínas.
En el caso del metabolismo de los hidratos de carbono, se miden los
niveles de glucosa en sangre o
glucemia. Los niveles de referencia se sitúan entre los 70 y 100 mg/dl en
ayunas y en menos a 140 mg/dl dos horas después de cada comida. Dado que es un
valor que se altera con la ingesta de cualquier alimento o bebida, es
importante medirlo en ayunas, excepto en algunas ocasiones.
De la misma manera, los niveles de
lípidos o grasas deben mantenerse dentro de un rango que se considera
esperable. Así, se miden los niveles en sangre de los lípidos principales en el
organismo: los triglicéridos y el colesterol (HDL y LDL). El colesterol total
del perfil lipídico normal es 180 a 200 miligramos por decilitro (mg/dL) o
menos.
Cuando hay niveles elevados de
estos parámetros pueden indicar patologías relacionadas con el metabolismo de
los lípidos, además de un incremento en el riesgo de enfermedades
cardiovasculares.
El estudio proteico también se utiliza en los exámenes de sangre de
rutina. La proteína más abundante en el plasma sanguíneo es la albúmina. El
rango normal es de 3.4 a 5.4 g/dL (de 34 a 54 g/L), valores que cuando
aumentan, alteran la tensión sanguínea; esta variación se puede dar por un
problema renal ‘que es donde se elimina’ o hepático ‘donde de sintetiza’. En
este sentido, también pueden solicitarse otras moléculas como el ácido úrico, elevado en enfermedades
reumáticas como la gota.
En relación al perfil hepático es
necesario aclarar que el hígado es un órgano con una función muy compleja.
Interviene en la digestión, en la síntesis de muchas moléculas y en el
metabolismo de muchas sustancias de desecho. Para detectar posibles
alteraciones hepáticas se miden los niveles en sangre de determinadas enzimas
que se sintetizan en él. Hay que tener en
cuenta que, debido a la complejidad del hígado, muchas circunstancias pueden
alterar los niveles de las mismas. Muchas infecciones y medicamentos cursan con
una elevación de estas enzimas sin que signifique que el hígado esté enfermo.
Las principales enzimas reflejadas
en un análisis de sangre son la ALT y AST, más conocidas como transaminasas, que tienen como valores
normales 5-60 UI/l. y 10 a 34 UI/l, respectivamente. Se trata de moléculas
presentes en muchos tejidos relacionadas con el metabolismo celular. Junto con
la fosfatasa alcalina -cuyo valor de
referencia es en el intervalo de 44 a 147 UI/l- son moléculas que aumentan en
muchas circunstancias. Un incremento de sus niveles es indicativo de una
posible patología del hígado, como una hepatitis alcohólica, infecciosa o
cáncer de hígado.
El último de los análisis dentro
de un examen de sangre es la función renal, que apunta a conocer cómo se
encuentra la salud de los riñones -órganos encargados de filtrar la sangre,
eliminar las sustancias de desecho en forma de orina-. Es por eso que algunas
patologías provocan una acumulación de estas sustancias se acumulen en el
organismo, con efectos que pueden ser muy perjudiciales.
Para conocer la salud de los
riñones se utilizan dos valores. En primer lugar, se analiza el nivel de creatinina, una proteína presente en los
músculos que se elimina totalmente por vía renal. Un resultado normal es de 0.7
a 1.3 mg/dL para los hombres y de 0.6 a 1.1 mg/dL para las mujeres. Si sus
niveles aumentan en sangre indican una falla renal, ya que no la está
eliminando correctamente.
La urea, por su parte, es un producto de desecho formado en el riñón a
partir de los desechos filtrados, cuyo valor de referencia es inferior 40
mg/dl. Al igual que la creatinina, un aumento de los niveles de urea en sangre indica
que el riñón no filtra de forma adecuada. Para especificar la causa y el tipo
de alteración son necesarias otras pruebas, como un examen de orina.
Si alguno de todos los valores
mencionados está alterado -ya sea porque se ve muy bajo o muy alto- el médico
puede pedir un examen con mayor profundidad u otro tipo de estudio. Así, podrá
constatar el estado de salud del paciente y cualquier alteración que tenga. BP
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