Cuando en nuestra vida diaria nos damos a la
tarea de buscar una opción preferencial, comúnmente los jóvenes nos encontramos
con un gran dilema; ¡no sabemos para dónde orientar nuestra vida!
Y comenzamos a vivir una
de las crisis más fuertes de la vida, pues de esta decisión dependerá nuestro
futuro, próximo y remoto. Se nos ofrecen una gama de elementos que nos llevan a
vislumbrar las facilidades que nos ofrece el mundo, y empezamos por recorrer
planes de estudio, nos interesamos por alguna carreras especialmente por
aquellas que nos ayuden a una realización humana; conforme la sociedad lo
necesita; pero lo cierto es que muchas de ellas, al terminarlas, nos dejan con
una sensación de vacío; no nos llevan a la realización que esperábamos.
¿Por qué sucede esto?, la
respuesta en muy sencilla, el hombre lo que va a buscar, por naturaleza, es su
propia satisfacción; pero olvidamos que el hombre es un ser religioso, que está
ligado a un ser supremo, a alguien a quien podemos llamar Dios, aquí no importa
el credo, la condición social, el nivel económico.
Ese “Alguien” nos llama a
compartir con él la vida, pero si lo que nos preocupa es la realización humana,
luego entonces ese “alguien” queda excluido de nuestros proyectos, nos queremos
realizar como profesionistas, pero ¿Cómo nos podremos desarrollar humanamente,
si estamos dejando aún lado un campo de la persona muy importante, como lo es
el espiritual, lo que concierne a la fe?
En el momento en que nos
arriesgamos a pensar, no solamente en lo económico, en la realización humana
conforme el mundo lo quiere, sino también en mi felicidad, en mi realización
como persona, en donde lo que importe no es tanto el obtener un bien material,
sino el descubrir que por lo que he optado, me realiza a mí y a otros junto
conmigo, que no sólo yo obtengo beneficios de mi opción, sino también otros
resultan beneficiados, es ahí donde estamos entrando en el ámbito del servicio,
en el ámbito de la donación de la persona misma, en el ámbito, ya no de una
profesión, si no de una VOCACIÓN, exactamente esta es la parte donde nosotros
le damos cavidad a ese “alguien” de quien hablamos hace un momento y lo
invitamos a ser parte de nuestra realización, es aquí donde nos descubrimos
como personas y los vacíos quedan saciados, la vocación nos ayuda a la
realización personal desde la perspectiva de la fe.
Pero, qué queremos decir
con esto, la vocación y la profesión no están peleadas entre sí, al contrario
se unen mutuamente para que la persona se descubra y se realice; pero bueno,
aquí podríamos plantear una interrogante ¿Qué es en sí la vocación?
La vocación es un llamado
hecho por ese “alguien” (Dios), que nos invita a transformar nuestra realidad,
podríamos decir que es un diálogo con Dios, pero es un diálogo con una clave,
que es el amor; podemos decir, pues, que también es un diálogo amoroso con
Dios; este diálogo nos cuestiona, nos empuja a dar una respuesta; y esa
respuesta debe estar dada en una realidad y contexto histórico concreto, sí, en
nuestra propia realidad Dios nos llama, nos interpela, nos invita a participar
en algo; y ese algo se constituirá nuestra misión, la respuesta dada es parte
de la misión que todos tenemos que dar, no como obligación sino acción de
agradecimiento a ese diálogo con quien nos habla en clave de amor con nosotros.
MH
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