Considerada como una de las mayores amenazas de
salud pública del siglo XXI, la obesidad infantil tiene una característica
intrínseca y particular. No es una enfermedad que 'se contagia' por virus o
bacterias, sino que se adquiere por la fijación de hábitos y conductas
erróneas, tanto hacia los alimentos que se consumen como hacia los estilos de
vida adoptados.
No solo el evidente exceso de peso es el primer
indicador que alerta sobre un posible caso de obesidad en la niñez. También se
detectan dificultades para dormir, ronquidos, cansancio excesivo, hipertensión
y, últimamente, un alarmante crecimiento del índice de diabetes. La Lic. Micaela
Remuzzi, nutricionista de los Centros de Diagnóstico DIM explica
la fundamental importancia de su detección y abordaje tempranos para su
atención y tratamiento en todo el grupo familiar.
Se considera que un niño es obeso cuando su masa
grasa aumenta por encima del nivel normal. Ante la sospecha de su existencia,
se debe acudir al especialista, para que pueda detectarla mediante el cálculo
del Índice de Masa Corporal - IMC,
estudios antropométricos o de bioimpedancia, que permitan evaluar el estado nutricional
real del paciente.
De hecho, datos recientes revelados por la FAO, organismo dependiente de Naciones Unidas, Argentina ocupa el
primer lugar dentro de los países de Latinoamérica con problemas de obesidad
infantil. Los inconvenientes de exceso de peso se están desarrollando cada vez
a más temprana edad y, además, de “una ingesta excesiva de alimentos procesados
y con un elevado contenido en azúcares y productos químicos con escasos en
nutrientes, pasando por el sedentarismo y la falta de actividad física, la obesidad
infantil es multifactorial”, declara la Lic. Remuzzi. “No pueden excluirse los
problemas emocionales y un verdadero cambio dietético cultural. Las condiciones
para que la obesidad gane terreno en el cuerpo del niño, se generan de su
propio entorno”.
“Los malos hábitos son la causa principal de la
obesidad infantil. Son muy pocos los casos donde el factor genético influye”
afirma Remuzzi. “Cuando un niño es obeso -para que el tratamiento funcione- el
problema debe ser abordado por toda la familia, mediante un trabajo en
conjunto. Los hábitos de todo el grupo familiar deben ser revisados, con el fin
de corregir posibles fallas nutricionales. El objetivo es lograr que el niño
pueda sentirse motivado y logre superar la enfermedad”.
La obesidad y el sobrepeso suelen confundirse,
debido a que ambos diagnósticos señalan un aumento de la masa grasa por sobre
el nivel normal. Se diferencian porque en el caso de la obesidad el paciente
presenta un porcentaje de aumento de la masa grasa de mayor grado que en el sobrepeso.
Como
prevenirla:
La prevención en estos casos es vital, ya que la
obesidad infantil puede hacer que el niño sea propenso a otras enfermedades,
como hipertensión, hígado graso, diabetes o patologías tiroideas. Además,
acarrea desde su inicio problemas emocionales, por lo que su tratamiento debe
ser acompañado con la ayuda psicológica necesaria, lo que permite aliviar
muchos inconvenientes.
Algunas consideraciones generales:
·
Habituar al niño a ingerir comidas de elaboración
casera.
·
Reducirle al máximo el consumo de alimentos
procesados.
·
Darle a consumir alimentos elaborados mayormente
con ingredientes naturales.
·
Incluir los deportes dentro de su disciplina, desde
temprana edad.
·
Enseñarle el hábito del consumo de agua frecuente
durante todo el día. BP
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