Mártires
Pasionistas, 25 de Septiembre
Martirologio Romano: En la villa de Carrión de Calatrava, cerca
de Ciudad Real, España, beatos Juan-Pedro (José) Bengoa Aranguren, presbítero,
Pablo María (Pedro) Leoz y Portillo, religioso de la Congregación de la Pasión,
fusilados por los milicianos que odiaban la Iglesia, durante el furor de la
persecución religiosa (†
1936).
Fecha de beatificación: 1 de octubre de 1989 por
S.S. Juan Pablo II.
En Carrión de Calatrava (Ciudad Real) fueron
fusilados el día 25 de septiembre de 1936 tres religiosos, de los cuales dos
eran pasionistas y uno marianista. Los pasionistas pertenecían al convento de
Daimiel (Mártires Pasionistas de
Daimiel) que fue mandado evacuar en la noche del 21 al 22 de julio de
1936; luego de recibir la absolución y la sagrada comunión los religiosos
abandonaron el convento y se dividieron en grupos.
Uno de esos grupos lo formaron los dos pasionistas
rememorados hoy, uno de los cuales era sacerdote. Ellos, junto al resto de los
pasionistas del convento de Daimiel, fueron beatificados por el papa Juan Pablo
II el día 1 de octubre de 1989.
El día 24 de septiembre habían sido arrestados en
la fonda de Ciudad Real donde vivían, les llevaron al seminario, convertido en
checa, y de allí sobre las diez de la noche los sacaron y los llevaron a
Carrión de Calatrava, donde entrada la madrugada los asesinaron. Fueron
arrojados sus cuerpos a un pozo, y ha sido luego imposible identificarlos entre
tantos fusilados. Ahora descansan en el Valle de los Caídos. Estos son sus
datos:
José
María Bengoa Aranguren nació en Santa Águeda
de Guesatíbar, en Guipúzcoa, el 19 de junio de 1890 en el seno de una familia
numerosa y cristiana, que tenía una buena amistad con el cura de Santa Águeda,
a la que éste correspondía enseñándole a José María latín y perfeccionando su
educación literaria y moral. Decidida su vocación religiosa, ingresó el 15 de agosto
de 1907 en la congregación pasionista, y al tomar el hábito cambió su nombre
por el de Juan Pedro de San Antonio.
Emitió los primeros votos el 9 de noviembre de 1908. En el verano de 1910 fue
destinado a México, a la comunidad estudiantil de Toluca. Al llegar la
revolución carrancista en 1914 los estudiantes hubieron de huir y esconderse.
Entonces el cónsul español les facilitó la salida del país y se fueron a los
Estados Unidos, donde el 17 de junio de 1916 fue ordenado sacerdote.
A poco fue destinado a Cuba, y casi enseguida
volvió a España, a Daimiel. Pero a comienzos de 1921 volvía a México como
superior de la casa de Toluca. Aquí trabajó con gran celo. En 1923 volvió a
España para el capítulo provincial. Quedó de vicario en Corella y se ocupó de
la predicación por los pueblos cercanos. En 1926 fue destinado a Daimiel y a
poco de rector de la nueva casa de Zaragoza. En 1932 volvía de vicario a
Daimiel. Ya tenía la salud resentida pero no dejó de predicar por los pueblos
del contorno. Llegada la revolución y al tener que dispersarse los religiosos,
el P. Juan Pedro y su compañero el hermano Pablo María llegaron con gran
trabajo a Ciudad Real, donde se hospedaron en una fonda, en la que hallaron al
tercer mártir de hoy, el marianista Jesús
Hita. Se levantaban a las cinco, hacían oración, rezaban el rosario
completo y vivían en humildad y paciencia, esperando la voluntad de Dios.
Cuando lo iban a fusilar, apretó el crucifijo contra el pecho y dio vivas a
Cristo Rey.
Pedro
Leoz Portillo nació en Leoz (Navarra) el 16 de febrero de 1882
en una familia que dio también otros hijos a la Iglesia y que los educó a todos
en la fe cristiana con mucho esmero. Fue un
niño y un joven de hermosas costumbres. A los 26 años optó por la vida
religiosa en la misma Congregación Pasionista en la que ya tenía un hermano,
renunciando a marchar a América en busca de fortuna como hasta entonces tenía
pensado. Había rechazado también un matrimonio y había dejado de pensar en la
Cartuja, a la que se sintió inclinado. Profesó el 8 de septiembre de 1909 como
hermano coadjutor con el nombre de Pablo
María de San José. Estuvo once años en Corella, luego pasó a Daimiel,
de ahí a Zaragoza, y en 1929 vuelve a Daimiel como portero y luego limosnero,
oficio éste en el que recibió muchos insultos, ante los que él callaba y
sonreía. Llegada la revolución se fue con el P. Juan Pedro, a cuyo lado estuvo
en la fonda, donde él hacía la cocina y ayudaba cuanto podía, y de ahí fue
sacado para el supremo sacrificio.
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