Una gran parte de mi trabajo está dedicada al trabajo con niños y
niñas. Son muchas las circunstancias que hacen que los padres y las madres
consulten a un(a) psicólogo(a) para poder ayudar a sus hijos(as).
Al escuchar los motivos de consulta me he dado cuenta la gran
dificultad, o porque no decirlo; el temor de padres y madres de abordar
ciertas temáticas con sus pequeñines; solo por citar algunas; divorcios o
separaciones, muerte, cambios repentinos como de escuela, casa y hasta país,
sexualidad, límites, entre muchas otras.
Me ha sucedido que cuando empiezo a indagar sobre la dinámica
familiar y la historia de familia, me encuentro que muchos me cuentan con gran
naturalidad cómo es vista de forma normal la sobreprotección de los hijos/as y
esto visto es aspectos cómo los siguientes: hijos/as que duermen en la
habitación de los padres y que si viven solo con alguno de estos; ya sea
papá o mamá es más común la situación. Que a edades superiores (preescolar y escolar),
aún les dan de comer, los bañan, les alistan sus útiles y su ropa….
Lo que más me ha preocupado, es que muchas de estas personas
consultan más frecuentemente por las situaciones que antes mencioné y citan con
extrema naturalidad las siguientes frases:
– “Ahhhh… (Algunos hasta con risas) es que no ha habido manera
de sacarle de la cama de nosotros”
– “Desde que su papá o mamá no vive con
nosotros duerme conmigo”
– “Como soy madre soltera, desde que nació duerme
conmigo”
– “Como llora mucho porque no quiere dormir solo, entonces
para no hacerlo llorar y no dormir mal yo (nosotros) mejor que duerma conmigo/nosotros”
– “Es tan rico dormir con mi bebé que me duele pasarlo a
dormir solo”
– “Cuando sea más grande…”
– “Es que uno no sabe cuánto tiempo los va a tener entonces
hay que aprovecharlos”
– “Es para que sepa cuanto le quiero”
– “Es un chineito”
Es preocupante esta situación, porque la autonomía y la seguridad se
refuerzan desde los primeros momentos de la vida.
El establecimiento de un vínculo sano entre madre-padre e hijo/a,
que tenga como meta llegar a emanciparlos y que se conviertan
en seres autónomos, permitirá que ellos y ellas puedan sentirse seguros e
integrados en el mundo de los seres humanos, a partir de cómo describía Ribble
(1943) un “cuidado amoroso y tierno”, estableciendo un balance adecuado lejos
de la sobreprotección.
En otros extremo a este, encontramos a las madres y padres
sobreprotectores, quienes crían hijos/as con enormes dificultades en la
adaptación social; que según Levy, D. citado por Fine, R (1979) a
la larga, se terminan convirtiendo en personas exigentes, egoístas, tiránicas,
que constantemente reclaman atención, ternura y servicios, responderán con
impaciencia, estallidos de furia o ataques a cualquier denegación de sus deseos
o llamado a la disciplina y siempre que no estén enfrascados en sí mismos,
estás personas permanecerán inquietas y caen en total perplejidad. Suelen ser
buenos conversadores, diestros en toda clase de ensalmos, halagos y
procedimientos de persuasión y amenaza para obtener lo que ellos y ellas
quieren”. El problema principal proviene del trato indulgente y
sobreprotector que recibió esta persona en sus primeros años de vida.
Algunos autores encuentran relación entre las conductas de apego y
el control; o sea, entre más apegado este a mí, más lo voy a controlar; esto
incluiría hasta el tiempo de dormir.
Erickson menciona ocho etapas principales en la vida humana. La
primera de estas es la etapa de Confianza básica versus desconfianza básica.
Esta se desarrollará durante el primer año de vida y lo que pretende es que a
partir de un vínculo sano con la madre, el niño/a pueda establecer un
equilibrio entre lo positivo y lo negativo, para establecer pautas que le
sustenten la preeminencia de la confianza básica sobre la desconfianza que será
la primera tarea hacia la formación de la personalidad.
Es en los primeros meses de vida en donde se logra que el niño/a establezca
esa relación de confianza, principalmente con la madre. Siendo una criatura tan
indefensa, requiere de cuidados, afecto, protección, cariño, en fin, de un
trato muy especial. Un niño no sabe cómo pedir alimento o expresar
verbalmente el dolor; por eso recurre al llanto. La madre logra desarrollar una
capacidad de intuición que le permite “adivinar” el malestar de su pequeño/a.
Es así como estos primeros cuidados y la relación con la mamá le puede ayudar
al niño/a a determinar que tan confiable es el mundo.
Tanto un niño/a que perciba un ambiente de desconfianza porque le
faltó cuidado y protección, como uno/a que tuvo un plus de “cuidado” pueden
llegar a ver el mundo como un espacio peligroso y hostil.
Trate entonces de enseñarle a partir de cosas muy pequeñas:
– Establezca límites a la hora de dormir. Si por cuestiones económicas o de espacio tienen que
compartir dormitorios, procure que cada niño tenga su cama individual.
– Si durante la noche se pasa a su cama, devuélvale las
veces que sean necesarias. Acompáñele un ratito y luego debe dejarle.
– Es bienestar de la pareja dormir juntos. Los hijos/as deben
ver el cuarto de los padres como un espacio de pareja, no como el centro de
reunión. No es tampoco para nada recomendable que la pareja se divida para
dormir con los hijos/as.
– Delegue responsabilidades: baño, vestimenta, limpieza de
habitación. Puede utilizar un sistema de puntos como reforzamiento de las
conductas que usted espera se cumplan. Recuerde empezar poco a poco. La primera
semana indique dos conductas: Una que haga con facilidad y otra que le cueste.
Otorgue puntos por cada vez que logra asumir la tarea con éxito. Incremente una
conducta por semana pero recuerde que los puntos que ya se ganaron no se deben
de quitar como castigo.
– Trate de que sus hijos/as superen su necesidad de
introducir todas sus necesidades a la fuerza. Cuando hagan solicitudes mediante
exigencias o berrinches, no las atienda. Indíquele con voz suave pero firme,
que debe utilizar otra forma para hacer su solicitud. Cuando llegue a comunicar
su necesidad de manera adecuada, refuércele inmediatamente de forma positiva.
Busque el momento luego del berrinche, cuando ya el niño/a esté tranquilo y
converse con él/ella.
– Trabaje en usted como madre/padre, indague de donde
viene su necesidad de complacencia y porque necesita sobreproteger a sus
hijos/as.
¡Que Dios bendiga su tarea! Hasta entonces. TCG
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