Texto del Evangelio (Mc 8,1-10): En aquel tiempo, habiendo de nuevo mucha gente con Jesús y no teniendo
qué comer, Él llama a sus discípulos y les dice: «Siento compasión de esta
gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer.
Si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de
ellos han venido de lejos». Sus discípulos le respondieron: «¿Cómo podrá
alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?». Él les preguntaba:
«¿Cuántos panes tenéis?». Ellos le respondieron: «Siete».
Entonces Él mandó a la gente acomodarse sobre la
tierra y, tomando los siete panes y dando gracias, los partió e iba dándolos a
sus discípulos para que los sirvieran, y ellos los sirvieron a la gente. Tenían
también unos pocos pececillos. Y, pronunciando la bendición sobre ellos, mandó
que también los sirvieran. Comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos
sobrantes siete espuertas. Fueron unos cuatro mil; y Jesús los despidió. Subió
a continuación a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
«No tienen qué comer»
Comentario: Rev. D. Carles ELÍAS i Cao (Barcelona,
España)
Hoy, tiempo de
inclemencia y desasosiego, también Jesús nos llama para decirnos que siente
«compasión de esta gente» (Mc 8,2). Hoy, con la paz en crisis, puede abundar el
miedo, la apatía, el recurso a la banalidad y a la evasión: «No tienen qué
comer».
¿A quién llama el
Señor? Dice el texto: «A sus discípulos» (Mc 8,1), es decir, me llama a mí,
para no despedirlos en ayunas, para darles algo. Jesús se ha compadecido —esta
vez en tierra de paganos— porque también tienen hambre.
¡Ah!, y nosotros
—refugiados en nuestro pequeño mundo— decimos que nada podemos hacer. «¿Cómo
podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?» (Mc 8,4). ¿De dónde
sacaremos una palabra de esperanza cierta y firme, sabiendo que el Señor estará
con nosotros cada día hasta el fin de los tiempos? ¿Cómo decir a los creyentes
y a los incrédulos que la violencia y la muerte no son solución?
Hoy, el Señor nos
pregunta, simplemente, cuántos panes tenemos. Los que sean, ésos necesita. El
texto dice «siete», símbolo para paganos, como doce era símbolo para el pueblo
judío. El Señor quiere llegar a todos —por eso la Iglesia se quiere reconocer a
sí misma desde su catolicidad— y pide tu ayuda. Dale tu oración: ¡es un pan!
Dale tu Eucaristía vivida: ¡es otro pan! Dale tu decisión por la reconciliación
con los tuyos, con los que te han ofendido: ¡es otro pan! Dale tu
reconciliación sacramental con la Iglesia: ¡es otro pan! Dale tu pequeño
sacrificio, tu ayuno, tu solidaridad: ¡es otro pan! Dale tu amor a su Palabra,
que te da consuelo y fuerza: ¡es otro pan! Dale, en fin, lo que Él te pida,
aunque creas que sólo es un poco de pan.
Como nos dice san
Gregorio de Nisa, «el que parte su pan con los pobres se constituye en parte de
aquél que, por nosotros, quiso ser pobre. Pobre fue el Señor, no temas la
pobreza».
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