Texto del
Evangelio (Jn 14,7-14): En aquel
tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si me conocéis a mí, conoceréis también a
mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Le dice Felipe: «Señor,
muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy
con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al
Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el
Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi
cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras.
»Creedme: yo
estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En
verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo
hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi
nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si pedís algo
en mi nombre, yo lo haré».
«Si pedís algo en mi nombre, yo lo
haré»
Comentario:
Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu (Terrassa, Barcelona, España)
Hoy, cuarto Sábado de Pascua, la Iglesia nos
invita a considerar la importancia que tiene, para un cristiano, conocer cada
vez más a Cristo. ¿Con qué herramientas contamos para hacerlo? Con diversas y,
todas ellas, fundamentales: la lectura atenta y meditada del Evangelio; nuestra
respuesta personal en la oración, esforzándonos para que sea un verdadero
diálogo de amor, no un mero monólogo introspectivo, y el afán renovado
diariamente por descubrir a Cristo en nuestro prójimo más inmediato: un
familiar, un amigo, un vecino que quizá necesita de nuestra atención, de
nuestro consejo, de nuestra amistad.
«Señor, muéstranos al Padre», pide Felipe (Jn 14,8). Una buena petición para que
la repitamos durante todo este sábado. —Señor, muéstrame tu rostro. Y podemos
preguntarnos: ¿cómo es mi comportamiento? Los otros, ¿pueden ver en mí el
reflejo de Cristo? ¿En qué cosa pequeña podría luchar hoy? A los cristianos nos
es necesario descubrir lo que hay de divino en nuestra tarea diaria, la huella
de Dios en lo que nos rodea. En el trabajo, en nuestra vida de relación con los
otros. Y también si estamos enfermos: la falta de salud es un buen momento para
identificarnos con Cristo que sufre. Como dijo santa Teresa de Jesús, «si no
nos determinamos a tragar de una vez la muerte y la falta de salud, nunca
haremos nada».
El Señor en el Evangelio nos asegura: «Si pedís
algo en mi nombre, yo lo haré» (Jn 14,13). —Dios es mi Padre, que vela por mí
como un Padre amoroso: no quiere para mí nada malo. Todo lo que pasa —todo lo
que me pasa— es en bien de mi santificación. Aunque, con los ojos humanos, no
lo entendamos. Aunque no lo entendamos nunca. Aquello —lo que sea— Dios lo
permite. Fiémonos de Él de la misma manera que se fió María.
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