Texto del
Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel
tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su
casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor,
escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres.
Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en
el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te
preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de
una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».
«Hay necesidad (...) de una sola
[cosa]»
Comentario:
Rev. D. Bernat GIMENO i Capín (Barcelona, España)
Hoy vemos a un Jesús tan divino como humano: está
cansado del viaje y se deja acoger por esta familia que tanto ama, en Betania.
Aprovechará la ocasión para hacernos saber qué es “lo más importante”.
En la actitud de estas dos hermanas se acostumbra
a ver reflejadas dos maneras de vivir la vocación cristiana: la vida activa y
la vida contemplativa. María, «sentada a los pies del Señor»; Marta, atareada
por muchas cosas y ocupaciones, siempre sirviendo y contenta, pero cansada (cf. Lc 10,39-40.42). —«Calma», le dice
Jesús, «es importante lo que haces, pero es necesario que descanses, y más
importante aún, que descanses estando conmigo, mirándome y escuchándome». Dos
modelos de vida cristiana que hemos de coordinar y de integrar: vivir tanto la
vida de Marta como la de María. Hemos de estar atentos a la Palabra del Señor,
y vigilantes, ya que el ruido y el tráfico del día a día —frecuentemente—
esconden la presencia de Dios. Porque la vida y la fuerza de un cristiano
solamente se mantienen firmes y crecen si él permanece unido a la verdadera
vid, de donde le viene la vida, el amor, las ganas de continuar adelante... y de
no mirar atrás.
A la mayoría, Dios nos ha llamado a ser como
“Marta”. Pero no hemos de olvidar que el Señor quiere que seamos cada vez más
como “María”: Jesucristo también nos ha llamado a “escoger la mejor parte” y a
no dejar que nadie nos la quite.
Él nos recuerda que lo más importante no es lo
que podamos hacer, sino la Palabra de Dios que ilumina nuestras vidas, y, así
por el Espíritu Santo nuestras obras quedan impregnadas de su amor.
Descansar en el Señor solamente es posible si
gozamos de su presencia real ante la Eucaristía. ¡Oración ante el sagrario!: es
el tesoro más grande que tenemos los cristianos. Recordemos el título de la
última encíclica de san Juan Pablo II: La Iglesia vive de la Eucaristía. El
Señor tiene muchas cosas que decirnos, más de las que nos pensamos. Busquemos,
pues, momentos de silencio y de paz para encontrar a Jesús y, en Él,
reencontrarnos a nosotros mismos. Jesucristo nos invita hoy a hacer una opción:
escoger «la parte buena» (Lc 10,42).
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