El dinamismo del amor es sencillo: recibir amor lleva a dar amor. Y dar
amor permite recibir más amor y crecer en el amor. La novedad cristiana consiste en que Dios “nos amó
primero” (1Jn 4,19). Nos amó cuando
estábamos lejos, cuando el egoísmo dominaba nuestros corazones, cuando no
conocíamos la senda de la esperanza.
Por encima de nuestras injusticias, de nuestros pecados, Dios tomó la
iniciativa. “En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo
señalado, Cristo murió por los impíos; -en verdad, apenas habrá quien muera por
un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir-; mas la
prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores,
murió por nosotros” (Rm 5,6-8).
Si el Amor dio el primer paso, si es posible el perdón al pecador
arrepentido, si el cielo está abierto y el banquete preparado, si el Cordero
toma sobre sus hombros a la oveja perdida... entonces es posible devolver amor,
iniciar el camino de la caridad cristiana.
“El amor crece a través del amor”, nos recuerda Benedicto XVI. “El amor es «divino» porque proviene de Dios y a
Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos transforma en un
Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa,
hasta que al final Dios sea «todo para todos»
(cf. 1Co 15,28)” (“Deus caritas est” n. 18).
También hoy el amor quiere penetrar en mi corazón, cambiarme desde
dentro. Si me dejo amar, si me dejo encontrar, si me dejo perdonar, me uniré
más a Dios. Desde Él miraré con amor a cada uno de mis hermanos, descubriré en
ellos la presencia del mismo Amor que me ha salvado. Los amaré en Dios, y a
Dios en ellos, pues “amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un
único mandamiento” (“Deus caritas est” n.
18).
El amor genera amor. Hoy me dejaré amar y buscaré amar. Tengo ahora este
día, estos momentos. Dios me espera y me susurra: “Con amor eterno te he amado:
por eso he reservado gracia para ti” (Jr
31,3). FP
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