Religioso y
Mártir, 22 de Julio
Martirologio Romano: En territorio de la Arquidiócesis de Madrid, España, Beatos Alberto
María Marco y Alemán y 8 compañeros de la Orden de los Carmelitas de la Antigua
Observancia; Agustín María García Tribaldos y 15 compañeros del Instituto de
los Hermanos de las Escuelas Cristianas, asesinados por odio a la fe (1936-1937).
Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el
pontificado de S.S. Francisco.
En la vieja Castilla, rica de fe y en consecuencia
de santas vocaciones, en Mazuelo de Muñó, Burgos, vio la luz del día Joaquín
Rodríguez el 20 de Agosto de 1910, en un hogar profundamente cristiano. Desde
su más tierna infancia, su alma se orientaba hacia Dios.
Así, con excepcionales disposiciones y el
consentimiento paterno, ingresó en el Noviciado Menor de Bujedo, el 19 de Enero
de 1923.
Feliz de poderse dar a la piedad, según su
inclinación, se distinguió por su tierna devoción a la Santísima Virgen. En los
cambios de lugar, no se le caerá de las manos el Rosario. En los paseos y
recreos hablaba con especial entusiasmo de la divina Madre. Demostraba el mayor
amor a su hermosa vocación y ardía en deseos de revestir el hábito religioso.
Encargado de iniciar a un recién llegado, le
colmaba de atenciones para distraerlo de la nostalgia de los primeros días y le
recomendaba acudir al Hno. Director en sus dificultades.
En el noviciado, esta alma dulce, sencilla y dócil
se fundió sin dificultad en el molde de la Regla y en el sello recibido. Por
eso no conoció deformación posterior. El Hno. Ireneo Jacinto vio declinar su salud
un tanto durante su Escolasticado, con el consiguiente deterioro de sus
estudios. Fuertes y frecuentes dolores de estómago le obligaron a un régimen
severo y a pesada dependencia del Hno. Enfermero, a quien obedecía aún en las
prescripciones más molestas.
Enviado al Escolasticado de Griñón, en donde
continuó hasta 1930, recuperó allí, con la influencia del buen clima madrileño,
todo su vigor. Finalizada su formación, fue enviado al Colegio de Las
Maravillas, el cual hubo de abandonar el 11 de mayo de 1931, cuando el
establecimiento fue presa de la tea de los incendiarios. Las casas de Chiclana,
Jerez y Cádiz disfrutaron del trabajo del joven Hermano. Llamado a Madrid en
1934, ejercitó su celo en la escuela de Santa Susana, en el suburbio madrileño.
Profesor metódico y sobre todo apostólico, supo en
todas partes conquistarse el cariño de sus alumnos, que correspondían a su
abnegación. ¡Qué cuidado y cuánto tiempo empleaba en la corrección de los
deberes escritos! Nada se le hacía duro, tratándose de procurar el progreso
intelectual y moral de sus alumnos.
Encargado de la Congregación del Santísimo Niño
Jesús, se entregó a ello con toda el alma. Con celo y prudencia, cultivaba
entre los congregantes las vocaciones religiosas y sacerdotales y Dios bendijo
sus esfuerzos con algunas de ellas. La muerte cortaría bruscamente, por
desgracia, este hermoso entusiasmo apostólico. El Hno. Ireneo Jacinto daba en
Comunidad ejemplo de fiel y fervoroso cumplimiento de los deberes religiosos.
Sencillo, confiado y respetuoso con sus Superiores,
les estaba sometido en toda ocasión. Amable y acogedor, evitaba con cuidado
toda conversación capaz de herir en lo más mínimo la caridad.
Verdaderamente este digno religioso mereció en toda
justicia el mote de ‘el bueno’, que le dieron desde el principio de su vida
religiosa, a causa de su segundo apellido: Bueno. Cumplió totalmente el
significado de este calificativo.
Desde hacia tiempo los Hermanos de Santa Susana
trabajaban en un medio hostil a su apostolado, contaminado por el marxismo. Al
lado de su Escuela funcionaba la de las Religiosas de la Caridad del Sagrado
Corazón y entre ellas se encontraba una hermana del Hermano Ireneo. Los dos
establecimientos fueron de las primeras víctimas de la furia revolucionaria,
desencadenada en julio de 1936.
Las Hermanas tuvieron que comparecer cinco veces
ante el Comité moscovita, que les requería la entrega de las ocultas riquezas
en los túneles de comunicación entre las dos comunidades... (¡Piensa el ladrón
que todos son de su condición!) Los inquisidores, fanatizados por las fábulas
infames de sus jefes, insistían con feroz terquedad y con toda clase de
amenazas, pero ellas no podían inventar nada para responder a sus insensatas
preguntas. Por fin, pudieron librarse de sus perseguidores por la caritativa,
valerosa y enérgica intervención de alguien que les proporcionó oportuno
refugio en su casa.
Estos fanáticos, sedientos de sangre clerical,
invadieron la Escuela de Santa Susana, a la caza de los nueve Hermanos que
componían la Comunidad. Dos de entre ellos, los Hnos. Crisólogo y Esteban
Vicente, estaban en la Procura, donde encontraron una muerte violenta.
Mientras el Hno. Director era víctima de las
brutalidades de aquellas fieras, los seis restantes lograron escabullirse por
una salida posterior del edificio. El Hno. Ireneo Jacinto halló asilo en casa
de un vecino, próxima a la Escuela, inquieto por la suerte de su hermana, se
creyó en la obligación de cerciorarse sobre ella. Fue fatal su decisión.
Reconocido y denunciado a los milicianos como religioso disfrazado, fue
detenido y fusilado en el camino del cementerio de Las Ventas. Era el 22 de
Julio de 1936.
Un hombre de bien, vecino de aquel contorno,
declaró posteriormente haber sido testigo, desde el balcón de su casa, de la
ejecución de un religioso, que bien podría haber sido el Hermano Ireneo. Se
disparó sobre él varias veces y se apedreó su cadáver con cuanto tuvieron a
mano los verdugos.
Falleció a los 26 años, 9 de vida religiosa y 2 de
profesión perpetua. Fue fusilado en Madrid, por odio a la fe, el 22 de Julio de
1936.
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