Las personas obesas perciben menos
el sabor que las que no lo son y tiene una influencia genética, lo que puede
ser determinante para diseñar dietas personalizadas más eficaces.
A esta conclusión llega un grupo
de investigadores españoles, que ha publicado los resultados en la revista American Journal of Clinical Nutrition. El trabajo se hizo en colaboración con el Human Nutrition Research Center de Boston.
El trabajo, que se ha llevado a
cabo con una muestra de 381 hombres y mujeres, ha sido realizado por un equipo
del Centro de Investigación Biomédica en
Red de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN) de la Universidad
de Valencia.
En concreto, los científicos han demostrado
una relación inversa entre el peso, obesidad y perímetro de la cintura y la
percepción del sabor, aunque reconocen que los resultados ‘no permiten saber si
esta relación es causa o consecuencia’, informó en una nota de prensa el
CIBEROBN.
“Por un lado, conclusiones
recientes en ratones han demostrado que la inflamación que suele existir en la
obesidad es capaz de destruir las papilas gustativas”, argumentó la
investigadora del CIBEROBN y coordinadora del proyecto, Dolores Corella.
No obstante, Corella también
apuntó la posibilidad de que las personas con menor capacidad de saborear “tuvieran
que comer más alimentos para conseguir que llegara al cerebro una información
suficiente y parar de comer”, lo que podría llevar a la obesidad.
Al mismo tiempo, los científicos
han identificado por primera vez un gen relacionado con la percepción del sabor
denominado “LRRC2”, gracias al análisis del genoma de los participantes y que,
curiosamente, también está vinculado al asma y otras enfermedades pulmonares.
“Es un dato curioso porque hace
unos años se descubrió que algunos receptores del sabor, fundamentalmente el
sabor amargo, además de en la lengua, se encontraban en el pulmón”, señaló la
investigadora, aunque es algo que requiere “más investigación”.
Por otra parte, a nivel de causa,
“se hipotetiza con que una menor capacidad para percibir el sabor en
determinadas personas determinaría que tuvieran que comer más alimentos para
conseguir que llegara al cerebro una información suficiente de sabor para desencadenar
las señales de saciedad y así parar de comer”, añadió.
Con estos resultados, el equipo
científico pone de manifiesto la necesidad de tener en cuenta la capacidad de
percepción de los distintos sabores por cada persona a la hora de pautar dietas
para prevenir o tratar la obesidad. BP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario