El avance de las enfermedades
crónicas no transmisibles, entre las que las cardiovasculares ocupan un lugar
central, está muy vinculado a factores de riesgo relacionados con estilos de
vida en los que la alimentación y la actividad física tienen un papel importante.
A raíz de eso, entre los consejos
para hacer cambios saludables, muchas veces se cuelan algunos que inciden al
error, destaca un artículo escrito por especialistas de la Clínica Mayo de Estados Unidos, que profundiza en tres muy
difundidos.
Los autores apuntan que en Estados
Unidos las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte, algo
que también ocurre en Argentina. “La mejor arma para mantenerlas a raya es
ingerir una alimentación sana que aporte las vitaminas, los minerales y la
energía que el organismo necesita, al mismo tiempo que permite controlar el
peso, el colesterol y la presión arterial”, sostienen.
Y advierten que se debe tener
cuidado “con los mitos populares respecto a la nutrición, porque pueden llevar
por el camino equivocado”.
Mito 1
El
aceite de coco es una alternativa de cocina saludable para el corazón
El
argumento a favor: el
aceite de coco es extremadamente alto en grasas saturadas y hasta puede superar
en alrededor del 50% a la manteca. Sin embargo, a pesar de que se sabe que la
grasa saturada eleva los niveles de colesterol y que se relaciona con riesgo
para enfermedades cardíacas, sus defensores creen que algunas grasas saturadas
del aceite de coco (llamadas triglicéridos de cadena media) son menos dañinas y
pueden realmente elevar los niveles del colesterol de lipoproteínas de alta
densidad (HDL).
La
realidad: está demostrado que el aceite de
coco eleva los niveles del colesterol bueno y malo más que otros aceites de
origen vegetal, como el de oliva o el de canola. Además, lo cierto es que los
triglicéridos de cadena media constituyen solo una pequeña cantidad de los ácidos
grasos en el aceite de coco. Por otro lado, los supuestos beneficios del aceite
de coco todavía no se han comprobado mediante estudios a gran escala en
humanos, a diferencia de la enorme cantidad de evidencia que respalda a otras
grasas saludables para el corazón, como el aceite de oliva, el aceite de canola
o los ácidos grasos omega-3 de las nueces y los mariscos.
Mito 2
Es
mejor evitar los huevos o, al menos, las yemas
El
argumento a favor: las
yemas de huevo contienen bastante colesterol y, por lo tanto, es obvio pensar
que consumir tanto colesterol lleve a tenerlo alto.
La
realidad: la mayor parte del colesterol
presente en el cuerpo es producida por el hígado y no proviene de la alimentación.
Aunque la alimentación es importante, los estudios descubrieron que los niveles
de colesterol están más relacionados con las grasas ingeridas, como las
saturadas y las trans, que con el colesterol mismo.
Los huevos también contienen
nutrientes saludables, como vitaminas A y D, además de proteína. Si bien los
estudios demográficos a largo plazo no muestran ninguna relación entre comer un
huevo diario con índices mayores de ataque cardíaco ni accidente
cerebrovascular, ten cuidado de no acompañarlo con panceta y queso, porque
ambos pueden aumentar el riesgo.
Mito 3
Los
suplementos de ácidos grasos omega-3 ayudan al corazón
El
argumento a favor: comer
pescado puede disminuir el riesgo de muerte por enfermedad cardíaca, gracias a
los ácidos grasos no saturados de los mariscos que pueden reducir inflamaciones
y disminuir los niveles de los triglicéridos, que son las grasas presentes en
la sangre. No obstante, si no comes pescado regularmente (o nunca lo haces),
una buena solución podría ser tomar un suplemento de ácidos grasos omega-3 o de
aceite de pescado.
La
realidad: una
gran revisión de muchos estudios, que abarcó a cerca de 80.000 pacientes, no
encontró ninguna relación entre los suplementos de ácidos grasos omega-3 y las
enfermedades cardíacas. La conclusión fue que si bien los suplementos
probablemente no sean perjudiciales, lo mejor sería que los ácidos grasos
omega-3 provengan de la alimentación y no de un frasco de pastillas. BP
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