Para analizar el tema de
la autoridad en la familia es necesario que recordemos juntos algunas ideas:
1) Recordemos que toda persona es
imagen y semejanza de Dios, poseedora de una dignidad inmensa y que hay que
respetar desde su concepción hasta su muerte natural.
2) La finalidad de la persona es
llegar a ser mejor cada día y llegar a Dios.
3) El matrimonio existe para que los
esposos se ayuden mutuamente y para que eduquen a sus hijos, con la ayuda de
Dios.
4) Los hijos han de desarrollar sus
capacidades de pensar, amar y decidir, así como educar sus sentimientos.
5) Amar es buscar el bien de la
persona que amamos porque es quien es.
La autoridad
Como habrán podido ver, la
autoridad en la familia ha de ser un instrumento que empleemos para ayudar a
los hijos a que sean mejores personas, para que se eduquen pensando, amando y
decidiendo cada día mejor, para que los padres se ayuden mutuamente en la
educación de sus hijos. Todo esto, dentro del verdadero amor que busca el bien
de la persona que amamos. En este caso, los hijos.
La autoridad en la familia
ha de ser un servicio generoso, amoroso y eficaz que los padres regalen a sus
hijos. Por medio de la autoridad, los padres irán ayudando, poco a poco, a que
los hijos sean mejores, a que se acerquen a Dios, a que logren la formación y
vivencia de virtudes. No es para que los padres dominen, manden y exijan a los niños
los caprichos que, como padres, puedan tener.
Quien realmente quiera
tener autoridad con sus hijos y en la familia en general, se ha de convertir en
el servidor de ellos. Querrá ayudarles a ser mejores por medio de su actuación
como autoridad.
¿Por qué regañas a tu
hijo? ¿Porque estás muy cansado y no quieres que te moleste? ¿Por qué se
equivocó— en la forma que le dijiste que barriera el patio? ¿Por qué? Esta es
la pregunta que, como padres, nos hemos de hacer siempre que mandemos algo a
nuestros hijos. ¿Por qué lo hago? ¿Busco su bien? ¿Deseo que sea mejor persona?
Recuerda que los hijos son
el fruto del amor, de la entrega total y mutua de los cónyuges. Ese fruto se
transforma en una nueva vida, en una persona imagen y semejanza de Dios, ¡En tu
hijo!
Por tanto, la autoridad en
la familia ha de ir inspirada por el cariño que tengas por tus hijos, por el
verdadero amor que busca el bien de ellos, por el respeto a sus personas, por
el dominio personal de tus enojos, flojera y egoísmo. Estará revestida de
generosidad, pues debes esforzarte para vencer tus comodidades con tal de
ayudar a que tu hijo sea mejor. Será, también, una autoridad adecuada según las
necesidades de cada uno de los miembros de la familia. No podrás exigir lo
mismo a un niño que a una niña; a quien es flojo o más inquieto, a quien es
inteligente o a quien lo es menos.
Será un servicio
entusiasta, incansable, con las ganas de colaborar en la mejora real del niño.
¿Cuántos papás creen que
la autoridad en la familia es únicamente para mandar, para que cumplan lo que
ellos quieren? Se les olvida que Jesucristo se identifica con cada uno de ellos:
“Lo que hicieras a cada uno de estos, los más pequeños, a mí me lo hiciste”.
Son palabras de Jesucristo. Entonces, ¿Por qué no servir a Dios en cada uno de
nuestros hijos?
¿Por qué no atenderle y
amarle en ellos?
Quien realmente sea la
autoridad de la casa, ha de ser el servidor de todos.
¿Qué se necesita para ser
buena autoridad en la familia?
1. Necesitas apoyar siempre la
autoridad del otro cónyuge. “Si tu madre lo dijo, esfuérzate por obedecerla.
Ella te quiere mucho”. Y no decir al niño: “No le hagas caso. Ella no sabe
nada”. No caigas en esa postura. Cuida que el prestigio de tu cónyuge siempre
está apoyado por ti.
2. No tengas miedo de mandar, de
ejercer la autoridad. Quien sirve a los demás, vive la felicidad en esta
tierra. Pues se asemeja a Jesucristo, que no vino a ser servido, sino a servir.
Quien manda, sirve, y se asemeja más a Nuestro Señor.
3. Esfuérzate por dar buen ejemplo a
tus hijos. Quien se esfuerza por ser ejemplo, tendrá el derecho de mandar. “Guarda
tus zapatos en el ropero, Juanito”. Él irá a hacerlo. Pero, tú ¿guardas tus
zapatos en el tuyo?
4. Cada vez que ejerzas tu
autoridad, des una orden o una indicación, dialoga con tus hijos. Explícales
por que han de hacerlo. “Mira, Juanito. Hay que dejar los zapatos en el ropero
para que nadie se vaya a tropezar con ellos en la noche. También, para que te
acostumbres a guardar todo en su lugar, para que mañana los encuentres rápido y
no pierdas el tiempo en buscarlos”.
5. Comprende a cada uno de tus
hijos. Para mandar a Juanito se necesita exigirle mucho, pues es muy distraído.
En cambio, a Manuelito basta que se lo digas una vez. Sin embargo, con Juanito
haz de tener muchísima paciencia. Con Manuelito menos. Cada quien necesita un
servicio educativo diferente.
6. Mantén siempre la calma, la
serenidad, el dominio personal. Nunca ejerzas tu autoridad en la familia si
estás de mal humor, enojado o con un coraje. Eso te hará que no pienses bien.
Lo más probable es que puedas ofender a alguno de tus hijos. ¡Detente!
¡Serénate! ¡Respira hondo! ¡Tranquilízate! Cuando lo hayas hecho, entonces
ahora sí, da la orden que se necesite.
7. Sé muy perseverante, no te
rindas, continúa día a día. La autoridad hay que ejercerla siempre, sin
desfallecer. El día que no lo hagas, se perderá todo lo que hayas logrado. “Paquito
es muy enojón. Todos los días, unas seis o siete veces, le tengo que estar
ayudando para que domine esos enojos. Pero ya me cansé. Llevo cinco meses haciéndolo.
Lo voy a dejar en paz”. Si así lo haces, Paquito empezara nuevamente a ser muy
enojón y lo que hayas logrado, se perderá.
8. Confía mucho en Dios Nuestro
Señor. Pídele su ayuda para que siempre seas autoridad en la familia con
espíritu de servicio. Recuerda, Cristo vino a servir y no a ser servido.
Contempla a Jesucristo
sirviendo como esclavo a los apóstoles al lavarles los pies en San Juan 13, 1-19. El dice: “Si yo, pues,
os he lavado los pies, siendo vuestro Señor y Maestro, también habéis de
lavaros vosotros los pies unos a otros”. FdePCL
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