Monje y
Obispo, 19 de Septiembre
Martirologio Romano: En Canterbury,
Inglaterra, san Teodoro, obispo, antes monje de Tarso, que elevado al
episcopado por el papa san Vitaliano y enviado a Inglaterra casi septuagenario,
moderó con fortaleza de ánimo la Iglesia a él encomendada (†
690).
Teodoro era griego, natural de Tarso, en la Cilicia
y estudiante en Atenas. Fue el último en la serie de obispos extranjeros que
ocuparon el trono metropolitano de Canterbury y uno de los más grandes
arzobispos de aquella sede. Tras la muerte de san Deusdedit, el sexto
arzobispo, fue elegido Teodoro en su lugar con la condición que conservase los
usos romanos. Fue nombrado obispo a propuesta de san Adrián, que lo acompañó a
la isla junto con san Benito Biscop. Lo consagró el papa san Vitaliano que le
dio todas órdenes ya que era un simple monje.
Teodoro inició sus tareas con una visita general a
las iglesias de la nación inglesa, tan pronto como pudo acompañarle el abad
Adrián. En todas partes fue bien recibido, escuchó con atención lo que sus
fieles tuviesen que decirle, habló para enseñar las reglas morales más simples,
confirmó la disciplina de la Iglesia para la celebración de la Pascua e
introdujo el canto romano en los divinos oficios, hasta entonces practicado en
muy pocas de las iglesias de Inglaterra, aparte de las de Kent. También estableció
otros reglamentos relacionados con el servicio divino, combatió los abusos e
impuso reformas para eliminarlos y ordenó a obispos para enviarlos a los
lugares donde se necesitaban. Cuando visitó la Nortumbría, tuvo que
entendérselas con las dificultades que habían surgido entre san Wilfrido y san
Ceaddas, los dos obispos que reclamaban sus derechos sobre la sede de York. El
arzobispo Teodoro juzgó que san Ceaddas había sido indebidamente consagrado, lo
cual acabó por admitir éste antes de retirarse voluntariamente a su monasterio
de Lastingham. Poco después, al morir el obispo de los mercianos, Teodoro elevó
a Ceaddas a la sede vacante. San Wilfrido fue confirmado como el verdadero
obispo de York.
Teodoro fue el primer arzobispo al que obedeció
toda la Iglesia de Inglaterra, el primer metropolitano en las islas de Bretaña
y su fama llegó hasta los rincones más remotos de aquellas tierras. Muchos
estudiantes se reunieron en torno a aquellos dos prelados extranjeros que
sabían griego y latín, puesto que los propios Teodoro y Adrián impartían
enseñanzas sobre las Escrituras e instruían en las ciencias, particularmente en
la astronomía y en la aritmética (para calcular la fecha de la Pascua), así
como a componer versos latinos. Muchos de sus alumnos más aprovechados llegaron
a utilizar el griego y el latín con tanta facilidad como su propia lengua.
Desde que los ingleses pusieron pie en las islas, no hubo tiempos tan dichosos
como los del gobierno episcopal de san Teodoro. Dice san Beda que por aquel
entonces, los reyes llegaron a ser tan poderosos y valientes, que ninguna de
las naciones bárbaras osaba atacarlos, mientras que los súbditos de los reyes
eran tan buenos cristianos, que sólo aspiraban a conquistar la paz y la
felicidad del reino de los cielos, que, últimamente se les había presentado en
una nueva forma. Todos los que querían aprender encontraban quien los
instruyera.
En el 672, convocó en Hertford el I Concilio
nacional. Después de aquel concilio, escribió un libro de cánones
eclesiásticos, entre los cuales destacaban diez particularmente importantes
para Inglaterra. El primero establecía que la Pascua de acuerdo con las
ordenanzas del Concilio de Nicea y en contra de los celtas recalcitrantes.
Las mejores obras de san Teodoro se desarrollaron
en la esfera de sus actividades como organizador y administrador; el único
trabajo literario que lleva su nombre, es una colección de normas disciplinarias
y cánones, llamada el ‘Penitencial de Teodoro’. El trabajo que realizó, llegó a
subsistir como un monumento a su memoria durante ochocientos cincuenta años y
hasta hoy es, todavía, la base en la organización jerárquica para la Iglesia de
Inglaterra. Murió y fue sepultado en la iglesia de la abadía de San Pedro y San
Pablo en Canterbury.
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