Papá era un hombre trabajador que entregaba pan como forma de sostener
a su esposa y tres hijos. Invertía sus noches, después del trabajo asistiendo a
clases, esperando mejorar y así hallar un mejor empleo algún día. Excepto
por los domingos, Papá casi no comía con su familia. Trabajaba y estudiaba muy
duro porque quería proveerle a su familia lo mejor que el dinero pudiese
comprar. Cuando la
familia se quejaba que no invertía suficiente tiempo con ellos, él razonaba que
estaba haciendo todo eso por ellos. Sin embargo, a menudo añoraba invertir
más tiempo con su familia.
Llegó el día en que se anunciaron los resultados de los exámenes.
Para su gozo, Papá pasó ¡y de manera sobresaliente! Pronto después de eso, se
le ofreció un buen empleo como supervisor en que le pagaban muy bien. Como un sueño hecho realidad, Papá ahora podía
darse el lujo de darle a su familia algunos lujitos como buena ropa, buena
comida y vacaciones fuera del país. Sin embargo, la familia siguió sin poder ver al padre la mayor parte de
la semana. Continuó trabajando muy duro, esperando ser promovido a la posición
de gerente. De hecho, para aumentar sus créditos como candidato a la
promoción, se matriculó en otro curso en la universidad abierta. Una vez más, cuando la familia se quejaba que no
gastaba suficiente tiempo con ellos, razonaba que lo hacía todo por
ellos. Pero él seguía añorando pasar más tiempo con su familia.
El trabajo duro de Papá rindió fruto y fue promovido. Jubiloso,
decidió emplear a una criada que ayudase a su esposa con las labores
domésticas. También sintió que su casa de tres habitaciones no era lo
suficientemente grande, sería bueno para su familia poder disfrutar las
facilidades y comodidad de un condominio. Habiendo experimentado las
recompensas de su duro trabajo anteriormente, Papá decidió continuar sus
estudios y trabajar para ser promovido nuevamente y la familia siguió sin poder
ver mucho de él. De hecho, a veces Papá tenía que trabajar los domingos para
atender clientes. De nuevo, cada vez que la familia se quejaba de que no
gastaba suficiente tiempo con ellos, él razonaba que lo hacía todo por
ellos. Pero él seguía añorando invertir más tiempo con su familia.
Como se esperaba, el trabajo duro de Papá volvió a pagar dividendos y
se compró un hermoso condominio que miraba la costa de Singapur. La
primera noche de domingo en su nuevo hogar, Papá declaró a su familia que había
decidido no tomar más cursos o buscar nuevas promociones y que, a partir de ese
momento, iba a dedicarle más tiempo a la familia.
Papá no despertó la mañana siguiente.
La historia de hoy halla eco en millones de vidas alrededor del mundo,
¡en especial en occidente! Tal pareciera que nos hubiésemos dejado engañar
por el “canto de sirena” que nos promete felicidad en la medida en que
escalamos en la carrera ó hacemos crecer el negocio. Si bien aquello no es
de ninguna manera algo malo, el dejar de lado las cosas realmente importantes
de la vida por lograrlo habrá de resultar, tarde que temprano, en vidas vacías…
no sólo las nuestras sino las de aquellos que nos rodean y nos toman como su
modelo. Todos tenemos fecha de partida de este mundo—si bien no la
conocemos; ¡hagamos el mejor uso de nuestro tiempo de este lado del
cielo! Si nos falta sabiduría al respecto, pidámosla a Dios… ¡Quien sabe
darla en abundancia y sin reproche! RI
No hay comentarios.:
Publicar un comentario